La noche del martes al miércoles 23 de junio, en pleno fervor mediático por la patética victoria de la selección española, hemos colocado un artefacto incendiario compuesto de varios litros de gasolina y dos bombonas de camping-gas, en la sucursal de La Caixa situada en el estadio del Camp Nou (Barcelona). A pesar de que probablemente ésta sea una de las pocas sucursales de la ciudad que no acoja a algún sin techo, la razón por la que la escogimos para la acción no es ésta, ni tampoco es casual. Elegimos atacarla concretamente por pertencer a las instalaciones del Camp Nou, al qual consideramos el objetivo último del golpe.
Ante esta elección sin duda habrá quien se escandalize. Habrá quien, negando con la cabeza, se pregunte el porqué de esta mezcla entre futbol y “política”. A la inversa, a nosotras nos extraña que no se esperase un ataque específicamente dirigido contra este mundo. Y es que a pesar del derrotismo y la somnolencia social reinante, nunca deja de sorprendernos el descaro con el que nuestros enemigos creen que pueden engañarnos una y otra vez.
Los peces gordos del gobierno y de la burguesía que con tanto ánimo promueven el negocio futbolístico… ¿realmente esperaban que podrían mantener a los miles de parados, a los miles de puteados, babeantes y con la mirada fija sobre una pelota que rebota de portería a portería, sin siquiera intuir la trampa? ¿Realmente creían que ni uno solo de entre todos nosotros escupiría su rabia sobre el espectáculo, que nos resignaríamos a aplaudir y sonreirle a la pantalla, mientras la soga no deja de estrecharse alrededor de nuestros cuellos?
La función social que cumple el asqueroso negocio del fútbol moderno, y de la selección española y el Barça en concreto, es profundamente política. Atacamos el Camp Nou por ser nuestro particular y actualizado circo romano, por su poder de distracción y alienación en un momento de miseria creciente. Lo atacamos con especial rabia, conscientes de que también estábamos golpeando un símbolo, una “marca” de atracción internacional que juega un papel significativo en la transformación de Barcelona en un enorme descampado de plástico vendido a la especulación y el turismo. Lo atacamos porque a pesar de las maniobras de propaganda, en el subsuelo de vuestra ciudad-escaparate, en los callejones, allí donde nos apartáis con las porras lejos de la mirada de los turistas y los ricos, se multiplican los graves abusos que hieren nuestra dignidad y nuestra conciencia.
Toda la gente que habéis puesto a dormir en cajeros, los cientos de personas a las que habéis convertido en alcoholicas o adictas a los antidepresivos, los inmigrantes que cazáis en la calle como a perros y torturais hasta la muerte en los CIEs por no tener papeles…La angustia, el miedo, las colas, las deudas, los segundos eternos bajo la mirada del jefe, los hospitales, las cárceles, los cementerios… ¿Cómo se celebra toda esta violencia? ¿Como se relaciona con la omnipresente propaganda futbolística, si no es con la fúria y la indignación de quien se sabe engañada?
Nosotros escogemos seguir atacando el edificio social que habéis construido a nuestras espaldas, con la ilusión excitante de ver cómo algun dia se derrumba con vosotros dentro… Sigilosamente, a la sombra de los estadios, de los bancos, de las instituciones del Estado, de las comisarias y de las sedes de los partidos políticos, demostrando que bajo la Barcelona anestesiada aún palpita la bella Rosa de Fuego que años atrás dominaba la ciudad, y que todavía hoy hace florecer sus pétalos incandescentes en la destrucción de los símbolos y estructuras de la humillación acumulada. Volveremos a atacar… Pero hasta entonces, lanzamos un mensaje a todas aquellas que están llegando al límite de su paciencia, que sienten en sus venas los latidos de la rabia, pero todavía vacilan en salir a la calle contra tanto abuso y tanto miserable:
NO HAY NADA QUE ESPERAR, AHORA ES EL MOMENTO, AHORA ES NUESTRO MOMENTO.