Con desigual seguimiento entre ciudades y sectores, pasa sin pena ni gloria una huelga general que encuentra a los obreros indecisos entre secundar una pantomima pactada con el gobierno (para insuflar un último hálito de vida a un sindicalismo moribundo) y la certeza de que es necesario protestar contra una reforma laboral que, desmantelando las conquistas obreras del pasado, parece devolvernos al siglo diecinueve.
Exceptuando en Barcelona donde la huelga si que ha adquirido un marcado signo anticapitalista, sucediéndose allí las batallas campales que deberían haber asolado la geografía ibérica, en el resto del estado los sindicatos vendeobreros han podido mantener domesticadas a las masas (aunque de una manera manifiestamente cansina, resignada y descreída), revalidando así su papel en la contención social que tan buena falta le hace al gobierno en estos difíciles tiempos.
Galicia no ha sido una excepción a la regla general, no obstante se han podido observar tímidos intentos de desbordar los marcos establecidos (aquellas trabas legales que encorsetan la protesta en los márgenes de lo inocuo e inofensivo), consiguiendo avivar una pequeña llama de combate entre tanto borreguismo oficialista y manso seguidismo sindical.Ya con anterioridad al comienzo de la huelga se sucedieron los ataques a partidos políticos (cócteles molotov contra sedes del PSOE pocas horas antes del inicio del paro –noticia en “Galizalivre”-, precedidas por un bombazo en una sede del mismo partido en A Estrada que la prensa atribuye a Resistencia Galega, también hubo ataques a los propios sindicatos, como el sucedido en A Coruña y reivindicado por Comandos Antiautoritarios,o el ataque explosivo contra una sede del INEM en Lugo, también atribuído a Resistencia Galega.Durante la jornada del 29 también sucedieron algunas acciones, por ejemplo en Vigo se lanzaron cócteles molotov contra dos empresas de trabajo temporal y contra el Corte Ingles, según nos informa “diarioliverdade” en su extenso y completo seguimiento de la huelga en Galicia.También en Vigo, en torno a las 6:00 de la madrugada, la policía efectuó cuatro detenciones tras una pelea con un piquete anarquista formado por unos quince encapuchados. La refriega se saldó con al menos tres policías heridos y con los detenidos salvajemente apaleados por numerosos uniformados. Los compañeros, algunos muy magullados o con varios puntos de sutura, fueron puestos en libertad con cargos a primera hora de la tarde.
Varias barricadas de fuego, confeccionadas con neumáticos y contenedores, cortaron carreteras de la ciudad con mayor seguimiento de la huelga en Galicia, donde el paro de los astilleros fue casi del 100% y se consiguió paralizar Citroën durante los turnos de noche.
También en Vigo ardieron cerca de 120 contenedores (La voz de Galicia) y “diarioliberdade” informa de la quema de un autobús urbano, aunque este incidente no se ve reflejado por la prensa comercial.
En A Coruña se cortaron brevemente los accesos a la ciudad con barricadas de neumáticos incendiados lo que ocasionó carreras e identificaciones policiales.
Un empresario Coruñés asegura que la explosión y posterior incendio de uno de sus contenedores en el muelle de Oza fue obra de los piquetes; estaba lleno de material de obra e indumentaria de trabajo.
En Ferrol se produjeron cargas y detenciones cuando los piquetes incendiaron barricadas para paralizar la estación de autobuses; los detenidos fueron puestos en libertad en el mismo día pero denuncian malos tratos.
Se consigue cerrar Alcampo por la mañana, principal centro comercial de la urbe, por primera vez en una huelga general, sin embargo por la tarde ya estaba abierto, al igual que otros muchos comercios.
Lamentable es el pacto, por parte de los sindicatos, del cierre de comercios solo hasta que se produzcan las manifestaciones; traición ésta que tuvo lugar en todas partes y que sigue la consigna de que la huega debe ser más aparente y mediática que realmente efectiva.
También en Ferrol, miembros de un piquete de CNT cerraron una iglesia impidiendo una misa.
En Compostela se quemaron varios contenedores de basura y hubo cargas y agresiones policiales contra algunos piquetes. 5 personas habrían sido detenidas con gasolina y material para confeccionar barricadas según información de la prensa empresarial (El Progreso de Lugo).
En Lugo se cortaron los accesos al polígono de O Ceao con barricadas ardiendo. También se produjeron cuatro detenciones tras un altercado con la policía en el que varios agentes resultaron heridos. Los detenidos, que fueron sorprendidos realizando pintadas según la voz de Galicia y por un delito de “daños a bienes inmuebles” y atentado según el progreso de Lugo, pertenecerían a un “grupo radical independentista” (La voz de Galicia).
Una falsa amenaza de bomba obligó al desalojo del edificio de la Seguridad Social.
En Orense se habrían producido dos detenciones por quema de contenedores según datos de la Policía Nacional.
La prensa informa de un total de17 detenciones en toda Galicia. En España superarían la centena.
A nivel estatal los incidentes más graves habrían sucedido en Barcelona, Madrid (en Getafe la policía llegó a realizar disparos al aire), en diversas ciudades de Andalucía y en Valencia.
En general los medios alternativos hacen gala de un triunfalismo excesivo si comparamos esta huelga general con sus precedentes y si tenemos en cuenta las excepcionales circunstancias en las que nos encontramos en la actualidad.
Los sindicatos oficiales han conseguido salir airosos de una movilización que los legitima. No sufrieron el cuestionamiento de su autoridad que cabría esperar en una situación como la actual, en la que solo ejercen de “apagafuegos” institucionales y pretenden derivar el lógico descontento popular por los mansos caminos democráticos de la pantomima mediática y el parloteo sin consecuencias. Los trabajadores, conocedores de la traición de sus “dirigentes”, han oscilado entre seguir a regañadientes las vacías consignas sindicales y hacer oídos sordos a la llamada a la movilización; pero no han arremetido contra la legitimidad de sus pretendidos delegados rompiendo la paz social (esa que los sindicatos pretenden afianzar mientras aparentan lo contrarío) y sacudiéndose el yugo de aquellos que dicen representarlos.
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