“La catástrofe histórica más profunda y más real, la que determina en última instancia la importancia de todas las demás, reside en la persistente ceguera de la inmensa mayoría, en la dimisión de toda voluntad de actuar sobre las causas de tantos sufrimientos, en la incapacidad de considerarlos siquiera lúcidamente.
Esta apatía va a resquebrajarse en el transcurso de los años venideros cada vez con más violencia por el hundimiento de cualquier forma de supervivencia garantizada. Y quienes la representan y la nutren, cultivando un precario statu quo de ilusiones tranquilizantes, se verán barridos. La emergencia se le impondrá a todo el mundo, y la dominación tendrá que hablar al menos tan alto y claro como los propios hechos. Adoptará tanto más fácilmente el tono terrorista que le conviene cuanto que contará con la justificación de realidades efectivamente aterradoras. Un hombre aquejado de gangrena no está dispuesto a discutir las causas del mal, ni a oponerse al autoritarismo de la amputación.”
(Encyclopédie des Nuisances, nº 13, julio de 1988)