México sangra. En paralelo a la supuesta “guerra contra el narco” vemos teñirse de verde olivo el territorio del país. La militarización es parte de la guerra global impulsada por el gobierno de Estados Unidos tras el 11 de septiembre, creando a sus nuevos enemigos: el terrorismo y el narcotráfico. En plena sintonía con sus amos del norte, el gobierno mexicano ha lanzado su propia guerra, creando un estado policiaco y criminalizando la protesta social.
La militarización conduce a formas de control social que en nada envidian a las utilizadas por las dictaduras de los años 70: de las cámaras de video a las cámaras de tortura, pasando por las desapariciones y masacres, el régimen echa mano de todos los recursos para establecer nuevas condiciones de esclavitud. A la barbarie de los decapitados, “encobijados”, “pozoleados” y demás salvajismos con que los medios nutren el miedo social, se suman las “altas tecnologías” del espionaje electrónico (teléfonos e internet), así como las ofertas de importar mercenarios “que sí puedan” exterminar a los criminales. De este modo, el miedo y el silencio aparecen como las recetas mágicas salidas de los manuales de guerra sicológica para acostumbrar los medios a la “auto-censura”, consiguiendo también que la población sea mucho menos sensible a la violencia estatal y paramilitar dirigida contra los movimientos sociales.
Puede sonar exagerado hablar de “nueva esclavitud”, pero tal es la apuesta de los poderosos: los grandes empresarios, nacionales y extranjeros, el gobierno de Estados Unidos y los neoliberales de México están decididos a derribar todos los obstáculos que les impiden aumentar sus ganancias y su control sobre el país. Se trata de apropiarse de las riquezas naturales y explotar con mayor intensidad a los trabajadores mexicanos. Los ejemplos sobran. Miremos los alcances de la ofensiva de patrones y políticos contra toda la población:
Per a llegir la resta de l’article, punxa en aquest enllaç de alasbarricadas.