El mundo está en crisis. Crisis de valores. Crisis de paradigmas. Todo se cuestiona, todo cambia, todo se trasmuta. El pensamiento occidental y sus valores basaron sus paradigmas esenciales en fórmulas que requerían para su dominación: la acumulación del capital, el poder en todas sus manifestaciones, las ciencias exactas, el mercado, la guerra, el lucro, la propiedad privada, las bellas artes y toda su iconografía, las clases sociales, la explotación del hombre, el dominio y la depredación de la naturaleza. Estos principios y acciones están en crisis, y los mismos han puesto en una encrucijada final al hombre de hoy. No es una crisis sistémica. Es una crisis definitiva. No es una visión apocalíptica, sino evidencia de una realidad tangible.
Se trata de la lucha de valores contra valores. Por un lado los valores occidentales y por otro los valores de una nueva humanidad que rescate el conocimiento ancestral, la memoria, la historia, que redescubra a través de estos signos y estos conocimientos el equilibrio fundamental de la vida y la naturaleza. Es urgente y necesario un cambio estructural definitivo más allá de las corrientes políticas-ideológicas tradicionales de derecha o de izquierda: fascistas, comunistas, socialistas, demócratas y sus derivados demagógicos más contemporáneos. Allí estamos convocados todos. Es una responsabilidad de todos. Es el despertar de nuevos pensamientos, cosmogónicos, míticos, mágicos, ancestrales originarios, diversos, horizontales, plurales como es la esencia misma del ser humano.
Es por ello que debemos luchar por la preservación y defensa de nuestros pueblos originarios, sus procesos, su cultura, sus territorios. Estos pueblos son la fuente del gran conocimiento ancestral de la humanidad, el cual tiene diversos saberes que aportar, en la búsqueda de una sociedad alternativa la cual exige nuestra voluntad hoy, para lo que será en el futuro.
Estando conscientes de los graves peligros que corren nuestros pueblos originarios y los territorios que habitan y los factores que promueven su destrucción (violencia de estado, populismo, ejército, cuerpos de seguridad, sicarios, demagogia, falsas demarcaciones territoriales, guerrillas de derecha y de izquierda, ganaderos, terratenientes, prejuicios raciales, prejuicios sociales, riqueza en los territorios que habitan, transculturización, etnocidio, ecocidio, terrofagia, explotación minera por parte de grandes trasnacionales, misiones religiosas), es necesario y urgente detener, accionar y resistir en contra de todas estas realidades que amenazan la continuidad de la existencia física y cultural de estos grupos humanos (35 en Venezuela 600.000 seres humanos) y a su vez los peligros que corre nuestra tierra; y el hombre en general, es por ello necesaria y urgente la recuperación de los espacios que sustentan la vida de estos pueblos (Sierra de Perijá, Gran Sabana, Amazonas, Delta del Orinoco) la defensa del equilibrio de la naturaleza, la recuperación de espacios para la vida (Lago de Maracaibo, Cuenca del Caroní, Mesa de Guanipa) la defensa de estos procesos milenarios, la defensa de estos grupos humanos en resistencia cultural y política activa (Yukpas, Baris, Wayúu en la Sierra de Perijá, Pemones en la Gran Sabana, Kariñas en la Mesa de Guanipa) los cuales han tenido la sabiduría ancestral para convivir y relacionarse con la naturaleza, desde el respeto y el uso racional de sus recursos, es urgente y necesaria la defensa de la vida de nuestra especie y de este planeta que nos da vida, en búsqueda de un mundo alternativo, solidario, diverso, en el respeto del otro, en el respeto de la naturaleza.