Otro año más llega el “20N”. Una fecha plagada de macabras efemérides en la historia reciente de España. Desde la muerte de Durruti (1936), hasta el fallecimiento de Franco (1975) pasando por el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera (1936) y, más recientemente, el asesinato de Santiago Brouard (1984) a manos del GAL y Josu Muguruza (1989) tiroteado por dos fascistas de la organización Bases Autónomas, uno de ellos el célebre Ricardo Sáenz de Ynestrillas.
Y un año más por todo el territorio del Estado se organizan manifestaciones. Toda una exhibición de fetichismo obrero y parafernalia de temática antifascista tomando las calles de las principales ciudades del Estado como si en plena Guerra Civil nos encontrásemos. Quizá se produzca alguna carga policial, puede que incluso una auténtica reyerta contra unos neonazis. Pero al igual que todos los años llega el 20N, también es habitual que después llegue el 21, y con él, el fin de toda esta “ofensiva antifascista”. Desaparecen las manifestaciones, las banderas, las charlas, desaparece hasta el mismo “movimiento antifascista” que se echa a hibernar hasta el siguiente 20N, o bien hasta que algún partiducho neofascista convoque algún acto simbólico, casi pidiendo a gritos que alguien se lo intente reventar para tener su minuto de gloria en la televisión.
Lo curioso es que el “movimiento antifascista” no desaparece por falta de efectivos. Demostrado queda que es capaz de congregar a muchas más personas que la mayoría de movimientos sociales cuando la ocasión se presenta, como lo fue el asesinato de Carlos Palomino, precisamente en vísperas de un 20N que fue bastante concurrido a pesar de la presión policial. La realidad es que, pasadas estas fechas, todo se diluye y se convierte en un goteo de peleas callejeras, no muy distintas a las que protagonizan los miembros de diferentes bandas o tribus urbanas. Totalmente idénticas a ojos de un trabajador de a pie, que no se siente identificado con las motivaciones del antifascismo.
Y por qué. ¿Por qué la clase trabajadora no sale a la calle a luchar contra el fascismo? Muy posiblemente porque nadie ve al fascismo como una amenaza más que el propio “movimiento antifascista”. No es fácil convencer a nadie de que esos 50 cabezas rapadas que acuden a las manifestaciones del MSR o de Democracia Nacional (cada unos a las suyas, eso sí, que si no la lían) y que dan un aspecto patético rodeados por el triple de policías protegiéndoles de turbas que les apedrean allí por donde pasan, son el brazo armado del capitalismo democrático. No es fácil convencer a nadie, porque no es cierto.
Puede que en el primer tercio del siglo XX el fascismo tomara el papel de arma de la burguesía contra el imparable avance de los movimientos revolucionarios en toda Europa, pero si trasladamos esa situación al contexto actual la cosa no se sostiene. Al menos si consideramos que los grupúsculos neonazis son el verdadero fascismo hoy día. Atacar a los neonazis es simplemente ir a la superficie del problema que no es otro que elnacionalismo, la verdadera ideología que sostiene y legitima al estado, y de la cual, hoy en día el nazi-fascismo no es más que una interpretación llevada a extremos paranoicos como ese miedo/odio irracional hacia los extranjeros (sólo a los que son pobres, eso sí).
Llegados a este punto, podríamos concluir que la táctica antifascista es un error en la percepción del verdadero enemigo, que no está en los parques pintando esvásticas al revés sino sentado en las poltronas del Estado y de las grandes corporaciones. Podríamos, si no fuera porque la utilización de la famosa “unidad antifascista” por grupos dudosamente revolucionarios ya nos suena de algo.
No enumeraremos una vez más todas las luchas que los partidos de la izquierda autoritaria han vaciado de contenido y posteriormente domado y destruido en post de la famosa unidad. Nos limitaremos a intentar no entrar de nuevo en el juego. El hecho de que varios colectivos estén en contra de los neonazis es más un síntoma de cierta cordura que de identidad ideológica. Por lo tanto, seguimos considerando que no luchamos por lo mismo que los partidos marxistas, a pesar de que ambos sintamos un profundo desprecio por los grupos racistas y xenófobos. Y por lo tanto, no vemos la necesidad de que se produzca ninguna unidad en torno a una amenaza que no es tal, por mucho que digan, y que nos haga renunciar a cualquiera de nuestros principios tácticos.
Queremos unidad, sí, pero unidad contra el verdadero enemigo: el Estado, y su ideología: el nacionalismo. Unidad contra todo lo que posibilita que el nacionalismo cale en el pueblo alejándolo de toda ansia de emancipación. Unidad contra el autoritarismo, contra la censura, la represión y la explotación. Unidad contra el capitalismo y por el comunismo libertario:
POR UN MUNDO SIN FRONTERAS, SIN ESTADOS, SIN GOBIERNOS Y, POR LO TANTO, SIN FASCISMO
GRUPO ANARQUISTA LOS INCENDIADORES