Extremadura vive inmersa en una profunda transformación económica y social. Desde hace ya tres décadas las distintas políticas enfocadas al desarrollo de esta comunidad han prefigurado lo que serían las bases del motor económico en esta tierra, a saber, una mezcla de grandes extensiones agrícolas y ganaderas, un turismo cada vez más en auge y grandes extensiones de terrenos disponibles para la construcción de plantas energéticas en todas sus diferentes versiones: centrales nucleares, térmicas, campos solares, eólicos, refinerías, etc.
Además de ese cóctel en gran medida subvencionado por las políticas de convergencia europea, las oligarquías han aprovechado la situación estratégica de Extremadura para realizar grandes inversiones y mejoras en lo que a la movilidad interprovincial e interregional se refiere, así como los pasos fronterizos con el estado vecino, Portugal.
Salta a la vista que todas esas mejoras han ido encaminadas a ponérselo cada vez más fácil al tráfico rodado de camiones y al vehículo privado, en detrimento de los transportes públicos, los autobuses locales y el tren regional. Por fortuna y nos tememos que es sólo cuestión de tiempo, Extremadura se parece bastante poco a los lugares más industrializados del estado, donde el territorio se halla profundamente deteriorado por un sinfín de carreteras, autovías, autobuses que conectan de manera frecuente cualquier rincón del territorio, etc. Digamos que en esta tierra, el puesto de trabajo sigue siendo mayoritariamente desarrollado en un ámbito local y los grandes desplazamientos suelen ser sólo debido al tráfico de mercancías, los extremeños nos desplazamos muchos menos que los habitantes de otros puntos de la geografía ibérica, donde miles de trabajadores deben recorrer cientos de kilómetros diariamente para ir a trabajar como ocurre por ejemplo en la gran ciudad vasca Bilbao-Vitoria-San Sebastián, auténtico paradigma de la “vertebración territorial” y la intermodalidad en las formas de desplazamiento .
Sin embargo, parece que las políticas económicas no libran a Extremadura de jugar algún papel por nimio que sea en esto de la sociedad de la movilidad (de personas y de cosas). Así, las regiones que carecen de tejido industrial y productivo como es el caso de la nuestra, podrán pasar a ser centros logísticos donde la mercancía llegue, se acumule y se redistribuya. Por otro lado y de manera complementaria, cacareados valores inmateriales de esta tierra como su benigno clima y sus espacios naturales pasan a ser parte de esa riqueza en auge (turismo y energías renovables), siempre y cuando claro está, la velocidad de su flujo sea acorde a los tiempos modernos.
Dentro de esta política, hay dos proyectos clave en fase de desarrollo, dependientes e interrelacionados entre sí, uno de ellos es la plataforma logística del suroeste ibérico, que se ubicará en Badajoz y el otro es la línea de tren de alta velocidad que unirá Madrid con Lisboa. Aparte de estos dos proyectos de orden preferente, en los últimos 10 años se han construido un sinfín de autovías, conectando las ciudades extremeñas entre sí y a su vez con ciudades importantes del territorio ibérico.
Con la “vertebración del territorio” se favorece por un lado la circulación de mercancías a lo largo de la ruta de la plata (Andalucía-Norte peninsular) y a lo ancho de la autovía del suroeste (Madrid-Badajoz-Lisboa) y por el otro se acerca Extremadura a todo tipo de turistas y visitantes, dejando muchos puntos de Extremadura a unas 2 horas y media en coche desde Madrid y desde Lisboa. El siguiente paso consiste en acercar Extremadura al mundo, gracias al bendito AVE y a la ampliación del aeropuerto de Badajoz.
En esta tierra tan acostumbrada a aceptar con resignación cualquier tipo de cambios que vistan las etiquetas “por el empleo y por el progreso” realizar una crítica profunda a las políticas de desarrollo puede ser tenido por un frívolo ejercicio intelectual que se sitúa al margen de los intereses inmediatos de sus habitantes, identificados éstos como el empleo y las oportunidades necesarias para estudiar, trabajar y en definitiva vivir en este lugar. En Extremadura no se quiere continuar con el éxodo que se ha sufrido durante decenios y este fenómeno lo analizamos como un drama social desde cualquiera de las perspectivas. Sin embargo, esas necesidades inmediatas no pueden ser asumidas bajo los discursos reaccionarios que apuestan por el empleo a toda costa o lo que es lo mismo, por empleos basura, ni tampoco asumir que ese éxodo y esa falta de calidad de vida se frenan pagando el precio que conlleva la destrucción del territorio, la artificialización de la vida y la sumisión a los intereses del mercado.
La construcción de todas estas infraestructuras cuenta con un elaborado programa de propaganda, nadie se cuestiona lo necesario de una autovía, los millones de euros que cuesta, el dinero que ganan grandes empresas privadas, la precarización de los empleos que genera, el brutal impacto que tienen sobre la fauna y la flora local, al fin y al cabo todos circulamos más cómodos por ellas y nos ahorramos unos minutillos en llegar a nuestro destino, pero en definitiva quien gana en movilidad y para quienes están destinadas son las empresas de transporte de mercancías y las personas atrapadas en una dinámica laboral que les obliga a desplazarse diariamente.
Esa grieta entre el supuesto interés general y el verdadero interés de las clases dirigentes se acentúa hasta límites desconocidos con el AVE, proyecto con un ingente derroche económico de las arcas estatales y europeas y un brutal impacto medioambiental. Aquí abajo, en el pueblo llano nadie sabe muy bien por qué es tan necesario que el tren de alta velocidad pase por Extremadura, sin embargo los políticos y los economistas se abrazan al proyecto del AVE como al becerro del oro, dando por hecho y tienen razón, que dentro del AVE viaja hacia Extremadura más desarrollo, más progreso, más capitalismo y lo que es más importante, a más velocidad. El AVE es el tren de los poderosos, de los ejecutivos, de los hombres de negocios, de los rápidos, de los modernos, de aquellos para los que el “tiempo es oro”.
El AVE es una fuente de especulación urbanística, de desarrollo comercial e inmobiliario, mayormente en áreas periféricas de medianas ciudades como las que componen Extremadura donde se suelen ubicar las estaciones, abre las puertas a la hiper movilidad como rasgo esencial del modelo de vida, a la deslocalización a escala regional del lugar de trabajo, de ocio y de residencia, es decir, favorece la destrucción del territorio como espacio de vida, de arraigo, de comunidad… dentro del AVE viaja la anomia social.
Todas estas grandes infraestructuras tienen un alto coste energético, conllevan un ingente consumo de recursos y como hemos dicho, favorecen una sociedad hiper movilizada, con el coche privado y el tren de alta velocidad como elemento estrella. Para que esa ingente cantidad de energía y recursos esté a disposición del AVE y de los vehículos, es necesario seguir construyendo centrales de refinado de petróleo, centrales térmicas y grandes extensiones de naturaleza cubiertas por paneles solares y gigantescas torres eólicas.
Una vez más, los poderes extremeños ofrecen la tierra de todos como sostén de este contaminante modelo social. Mientras nos meten hasta en la sopa el “desarrollo sostenible”, se deja al descubierto su insalvable contradicción, a saber, que el sistema no es sostenible, sino que descansa sobre la voracidad y sus pilares se asientan sobre la depredación del medio humano y natural.
Desarrollar un análisis profundo y argumentado sobre la realidad del modelo económico, político y social extremeño nos llevaría muchísimas páginas. Hemos intentado en estas pocas líneas reflejar la contradicción sobre la que se asienta este sistema y la necesidad de elaborar críticas que cuestionen el modelo social en su conjunto, poniendo al descubierto la interrelación de los procesos económicos sobre los que el capitalismo está sustentado. No es posible generar una crítica sensata a una política de infraestructuras determinada o a un proyecto concreto sin cuestionar todo el edifico social que hace imprescindible esa política. Es más, creemos que cualquier dinámica de lucha y de oposición deben ser desarrolladas desde modelos organizativos populares, de base, asamblearios, al margen de intereses de partidos y grupos económicos, que tengan total independencia de poderes e instituciones para así, ser capaces de profundizar en la crítica social y establecer otros modelos de organización social que rompan la dinámica autoritaria, jerárquica y competitiva del sistema capitalista.
El camino de la autoorganización es poco transitado y está lleno de baches, es un camino para ir lento, aprender del viaje y conocer a tus acompañantes, pero preferimos aventurarnos por una senda llena de imperfecciones, a paso lento pero reflexivo, a deslizarnos velozmente por la pendiente del desastre social asumido como irreversible….al fin y al cabo hacemos camino al andar…
Texto repartido el 7 de septiembre en la concentración anual en Mérida como contribución a la lucha extremeña contra las grandes infraestructuras y el modelo social que las impone
Extremadura-Verano 2010
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