Se ha publicado un mapa donde aparecen todos los cultivos transgénicos de la geografía ibérica. En Burgos no hay mucho pero Castilla y León se lleva la palma. Nava de Roa es la única localidad burgalesa con transgénicos, que se sepa.
En concreto en Nava de Roa se planta maíz transgénico y la empresa que lo planta es Piooner Hi-Breed. El maíz tiene una larga historia como planta transgénica y además ha sido el protagonista de uno de los mayores conflictos europeos con transgénicos cuando en 2008 Alemania, Francia y otros países en Europa prohibieron una variedad de maíz (MON 810) de la empresa Monsanto por ser peligrosa para la salud. En el Maíz MON 810 Monsanto incluyo el gen de esta bacteria para que el propio maíz pudiese generar insecticida. El Maíz Mon 810 si se cultiva en España.
No está claro donde pueden llegar los peligros del uso de los transgénicos, muchos apuntan a temas tan serios como la resistencia a los antibióticos, alergias, nuevas enfermedades, intoxicaciones y en general grandes peligros para la salud. Y la verdad es que todos los argumentos están bien cimentados y razonados pero hay pocas evidencias reales, quizás sea debido al dinero y las campañas comerciales de estos lucrativos inventos o que nuestros vecinos europeos tienen mayor conciencia del peligro que pueden traer, en el país en el que nos ha tocado vivir no hay demasiada oposición a estos engendros.
Pero lo que si es claro es que los transgénicos pueden acabar con la biodiversidad y las plantas autóctonas de una región o lugar, en esto los países sudamericanos por desgracia tienen una enorme experiencia. La técnicas son múltiples, variadas y en todas ellas juega el comercio.
Una de estas retorcidas técnicas es desarrollar plantas inmunes a agresivos insecticidas. La semilla se coloca junto al insecticida en el mercado a muy bajo precio, de tal forma que cuando el agricultor utiliza las semillas y el insecticida atraído por su bajo coste las plantas de los alrededores perecen, conforme el insecticida se hace popular la semilla aumenta de precio proporcionalmente ya que si quieres plantar algo y que no se muera tendrás que usar esas semillas. Las consecuencias para la biodiversidad son desastrosas y lo que a corto plazo parecía económicamente viable deja de serlo al largo plazo.
Pero la cosa no acaba en destruir las plantas autóctonas, la biodiversidad o la salud. La cosa acaba con una dictadura alimenticia impuesta por 4 o 10 empresas dispuestas a jugar con lo que comes mientras obtienen rentabilidad y se perpetúan en el mercado.