Vale la pena reflexionar sobre lo que nos queda, después de tres días de revuelta en las calles de Inglaterra. ¿Y que es lo que nos queda? Nos queda la represión de baja intensidad, la violencia cotidiana de los que hacen las leyes y las ejecutan contra los explotados, esa violencia que niegan continuamente (y ya con eso la alimentan) y que luego parece que les sorprenda que pasen cosas como las que han pasado. Nunca reconocerán que les viene a la medida unos disturbios como los que han sucedido, pero así es. La revuelta duró tres días. Las medidas excepcionales del Gobierno durarán mucho más. Se ha hablado de más policía (porque eran pocos con los recortes…), sacar el ejército en las calles (sin complejos…), plantear toques de queda a determinadas horas, determinados lugares y determinada gente (las noches en los suburbios y para los jóvenes básicamente; ya quisiera ver el toque de queda en el centro de Londres…), uso masivo de armas (pelotas de goma, lanzaderas de agua, pistolas taser), endurecimiento de leyes y aumento de penas (quizás como la modificación legislativa que Sarkozy hizo en 2009 a cuenta de las ‘bandas’, ese concepto nebuloso que puede incluir lo que se quiera), bloqueos de medios tecnológicos en zonas determinadas (como ya han sufrido compañeros en San Francisco a cuenta de manifestaciones contra los repetidos asesinatos policiales que allí se dan). En fin, el estado de excepción es la regla, decía Walter Benjamin hace muchos años ya.
Pero, ¿quién pide todo esto? Lo pide el poder (la prensa, los comentaristas, la sociedad encarnada en los ciudadanos que repiten palabra por palabra lo que dice la tele). Si revisamos las noticias vemos que la prensa se está encargando perfectamente de hacer su trabajo, encubrir al poder y vocear su discurso. Noticias y más noticias con individuos anónimos de la calle que piden ‘mano dura’. Frases de transeuntes que no entienden esa violencia. No sé qué necesitarán para entenderla… ¿Quizás no tragarse todo lo que escupe la tele? Manos a la cabeza porque chavales muy jóvenes han participado activamente. ¿Y qué esperaban? Chavales crecidos en una sociedad enraizada en el individualismo y el consumo masivo, con una comunidad inexistente (y aún que algunos se alían en bandas!!) y con un futuro deprimente de esclavitud asalariada, trapicheos o cárcel. Y pronto salen los moralistas que notan una ausencia paterna o una figura de autoridad, como si no hubiera autoridad suficiente con el Estado/Capital. Primero se cargan la familia y luego pretende reconstruirla a su medida, es decir, para el control. Que les jodan!!
Pero si algo queda claro en estos días de rabia, es que el Estado/Capital utiliza a los ciudadanos (esos que creen en el trabajo, en el dinero, en la democracia, en el control estatal, en la justa medida, en las respuestas proporcionadas, en la paz sobre los cadáveres) para justifiacr sus medidas. Esos ciudadanos que no entienden el porqué de esa revuelta, son los mismos que no quieren saber nada de los excluidos del circuito de la economía. No quieren ver la miseria que se esconde detrás de las bonitas tiendas y centros comerciales del centro de las ciudades. No quieren ver los muertos de hambre del África que provoca a diario la especulación de las materias primas o la expoliación de las tierras de los campesinos años atrás. No quieren ver el interior de las cárceles donde se hacinan cada vez más cuerpos. Se espantan cuando la violencia se hace explícita. Son esos mismos que están representados por los sindicatos mayoritarios. Sindicatos que hacen muchos aspavientos, pero nunca hacen nada real para cambiar lo esencial, las relaciones sociales mediatizadas por la mercancía. Porque sus cómodamente representados lo único que quieren es tener un sueldo para poder seguir consumiendo mercancías y hacer sus vacaciones. Nunca nada más allá. Defender los derechos laborales de los que trabajan para consumir. Pero ese estado de cosas no es eterno. Las contradicciones que se hacen patentes en el capitalismo se están generalizando y las explosiones de rabia también. Los que no caben dentro del circuito económico actual crecen. Igual que el número de cárceles. Las revueltas venideras adoptarán muchas formas y habrá que ver hasta dónde se quiere llegar. Es urgente politizarlas sin desposeerlas de lo que de pasional, vital y totalizante tienen. Y es que la nueva guerrilla urbana que los compañeros de CCF representan tiene su raíz aquí. Si se definen como nihilistas y antisociales es porque la sociedad misma (esa que representan los ciudadanos de los que hablaba) está contra la revuelta, está por el desarme y el encierro de los revolucionarios porque no puede entenderlo ahora. Y mientras eso sucede el poder sí adopta sus medidas para los tiempos que vendrán. Más y más mecanismos de control económico, biológico, urbanístico, educacional, tecnológico, alimentario. El corsé cada vez aprieta más y cuesta cada vez más respirar…