Para muchxs anarquistas la democracia directa es sinónimo de Anarquia. Lxs primerxs anarquistas, de corte colectivista, en pleno siglo XIX, tenían sus orígenes en movimientos democráticos radicales. El mismo Bakunin, en sus inicios se mostraba partidario de una República Paneslavista de corte socialista, lx primerxs internacionalistas del estado español, por ejemplo, tenían sus raices en el movimiento republicano, en especial el de corte federalista. Todxs ellxs aceptaron la Democracia Directa y Socialista como sinónimo de Anarquía.
Desgraciadamente este error, el de confundir la organización anarquista con la organización democrática, se ha dado y se da en la mayor parte de colectivos, grupos y organizaciones anarquistas. En la actualidad, tras la cierta fobia contra las organizaciones formales, este error se sigue padeciendo, incluso en entornos “informales” o “anárquicos”. En las organizaciones formales, con sus reglamentaciones y estatutos, las asambleas suelen tener un ritmo lento y aburrido, pero al utilizar moderadorxs, tomar actas y demás formas más o menos burocráticas, se consigue, si hay voluntad de una cierta “rapidez” en la toma de decisiones, de cierta “agilidad”, aunque el autoritarismo democrático sigue presente. En los entornos más informales o anárquicos se prescinde de estas figuras, ya que son asimiladas como autoritarias y producto de la burocracia formalista, sin embargo el desarrollo de las asambleas no abandona el esquema democrático y autoritario. A continuación enumeraré algunas de las cosas que suelen suceder para corroborar lo antes afirmado:
1. La Unanimidad. No hay votaciones, pero existe la costumbre de intentar, por todos los medios, la unanimidad en todas las propuestas. El resultado final es que muchas propuestas que podrían realizarse se quedan en el baúl de los recuerdos, ya que existe, por otro lado, la costumbre de criticar todo lo que a unx no le parezca adecuado, aunque ni tan siquiera exista la voluntad de “tirar hacia delante” la propuesta en cuestión. En este clima las propuestas que suelen fructificar son escasas y en el mejor de los casos obra de liderazgos informales en las mismas (el que mejor oratoria tiene, la chica con la falda más cortita o el chico que mejor “culito” o “paquetón” tiene, el más simpáticx…).
2. Venir a pasar el rato. Hay personas que confunden las asambleas o reuniones como terapias de grupo, es decir, pese a que una asamblea o reunión debería de ser un espacio única y exclusivamente para coordinar propuestas, algunas personas confunden las mismas como reuniones para contar experiencias vitales, para debatir sobre temas diversos, para preguntar a otra persona como está fulanito o menganito, o sencillamente para realizar la merienda en compañía de amigxs. Es normal que las charlas y los debates en los centros sociales suelan tener tan poca asistencia, ya que los mismos se realizan en las asambleas y reuniones. Las asambleas y reuniones anarquistas deben de ser sólo para que salgan propuestas, no para debatir sobre si en las manis tal o cual cosa, sobre la “crisis energética” o sobre la anécdota que le sucedió a menganitx o a fulanitx cuando se fue al campo a pasar unos días. Triste pero este tipo de cosas ocurren muy a menudo.
3. Estamos en la asamblea y debemos de saber absolutamente todo. Se da el caso, por ejemplo, que una persona presenta una propuesta, siendo esta bastante bien acogida por muchas individualidades, sin embargo, el concepto de “todo el poder para la asamblea” significa que todo debe de quedar decidido en la misma, o lo que es lo mismo, no hay ningún tipo de confianza o afinidad en lo que hagan otras personas, siendo la asamblea el espacio de insultos y recriminaciones a tal o cual por haber hecho una cosa sin haber consultado a la asamblea, por haber hecho un comunicado que no es del agrado de determinada persona o, sencillamente, enterarse de todas las propuestas al 100%. Un ejemplo y quedará todo más claro. Se dice de realizar una manifestación, pues en vez de confiar el recorrido de la misma a un grupo de gente de la asamblea, en la misma se tiene que debatir durante horas para lograr un recorrido al gusto de todxs (cosa muchas veces imposible) y, por supuesto, de dominio público. Luego nos extrañamos si la madera tiene las furgonas y a los antidisturbios en todo el recorrido de la manifestación…
4. ¿No tenemos otra cosa mejor que hacer que estar en una asamblea?. Al parecer deben de abundar en nuestro movimiento las persons que se aburren mucho y no tienen nada que hacer, ya que la mayor parte de su activismo se reduce a asambleas de varias horas (aunque se traten uno o dos puntos), insulsas y con continuadas intervenciones, que, por otro lado, sulene ser las mismas una y otra vez. Es decir, fualnito propone A, menganita propone B, siendo A y B dos propuestas antagónicas (muchas veces ni tan siquiera eso, pero bueno…). Pues bien, entonces empieza el duelo entre la propuesta A y la propuesta B, vamos, un dialogo entre tontxs que nunca acaba. Ah! Y si se pide un poco de agilidad saldrá la voz que dirá: ¡estoy en la asamblea y he venido a opinar! Qué pena que gente venga a las mismas sólo a opinar y no a hacer algo de provecho… Lo más normal, después de varios puntos de la misma con propuestas enfrentadas, es que la asamblea dure horas y horas, para deseperación de úlceras y nervios de las personas presentes…
5. El/La Anarquista de salón. Engendro humano que se le reconoce por estar presente en todas las asambleas, pero en pocos o nulos actos. Eso sí, su opinión debe de ser escuchada hasta la saciedad por lxs sufridxs asistentes a las asambleas y reuniones. Yo me he encontrado casos de compañerxs, anarquistas de salón, que se amparan en diferentes excusas para no hacer cosas, incluso una vez un compañero me afirmó que él no hacía nada, ya que su función era la de ser “intelectual” del anarquismo. Vamos, una persona que se piensa que esto es como jugar a un videojuego, das las órdenes desde el cómodo salón de casa…
Podría enumerar más aspectos penosos del culto a la asamblea y a la democracia directa, pero no quiero perder más tiempo, cada cual habrá tenido, por desgracia, múltiples manifestaciones de la “autoridad de la asamblea”…
Lxs anarquistas no creemos en ninguna autoridad más allá de la del propio individuo. Nuestra soberanía reside en nosotrxs y no la delegamos en nadie, por el contrario, tampoco la utilizamos para negar la acción a cualquier otra persona. Sin embargo el compartir unas ideas similares (rechazo al Capitalismo, al Estado, solidaridad entre compañerxs, lucha contra injusticias, etc) hace que sea posible el actuar coordinadamente. Para tal fin expongo algunas cosas que deberían de cambiar en la mayor parte de asambleas y reuniones, por suerte aplicadas en alguna de ellas y, por suerte, con bastante mejores resultados.
1. Diferenciación del debate y de la Asamblea /Reunión. Si alguien quiere debatir que monte un debate en un centro social o ateneo, si lo quiere hacer de manera más cerrada que lo exponga como propuesta en la reunión / asamblea. Esta última sólo debe de ser un punto de coordinación de propuestas, nada más.
2. Las propuestas deben de ser firmes. El presentar ideas está bien, pero las propuestas que se presenten deben de tener un poco de substancia, nada de propuestas asambleriles tipo: ¡qué! ¿montamos una concentración? Y entonces todo el aburrido debate y diálogos entre tontxs. Quien quiera presentar algo que lo haga de manera firme.
3. Me importa un comino que te guste o no. La Libertad individual es la base de la ideología anarquista. Cuando se presenta una propuesta, es lógico que se debata o mejore con otras aportaciones, pero la imbecilidad cuantitativa que se quede en casa. Cuando se presenta una propuesta se buscan personas afines, no que te la echen por tierra por no ser mayoritaria. Debemos de respetar las propuestas, gusten o no, en todo caso las reuniones y asambleas deben de servir para tirar hacia adelante las mismas. Es preferible dos propuestas contradictorias que ninguna porque la mayoría o la “unanimidad” no lo han querido (vamos que si a unx no le gusta se joden lxs demás).
4. Un poquito de agilidad. Debemos de intentar ser lo más breve posible en las propuestas, Estas deben de tener un mínimo de substancia, y más que entrar en largos debates debemos de plantearnos otro tipo de lógica. Si hay gente suficiente que se comprometa en realizar una propuesta, pues que la hagan y se acabó.
5. Un poco de afinidad. Debemos de tener mayor confianza en nostrxs mismxs y en lxs demás, y hay cosas que ni en reuniones ni en asambleas se tiene que debatir. Hay que respetar lo que hagan los demás, y si no te gusta una propuesta siempre podrás hacer otra tú mismx.
6. Al/la anarquista de salón una patada en el culo. Quien se comprometa en realizar una cosa que la haga, la gente que sólo va a las asambleas para calentar las sillas y dejarse ver, mejor que se queden en casa viendo la tele, ya que así serán más útiles.
En definitiva, debemos de cambiar el “chip” en lo referente a las reuniones y las asambleas. No hace falta votar, no hace falta debatir durante miles de horas, no hace falta opinar sobre todo lo que surja, no hace falta excluir propuestas… Si somos anarquistas y tenemos la necesidad de coordinarnos, qué mierda hacemos perdiendo el tiempo bajo fórmulas democráticas, aunque sean directas. El contrato social de Rousseau lo utilizo para limpiarme el culo. Mi soberanía sólo yo la tengo, y si quiero coordinarme es para eso, para coordinarme, no para hacer el aprendiz de politicastro.
Un@ hart@ de tanta democracia