Los trabajadores culturales desaparecen. Ahora los agentes están en todas partes.

“En nuestros locos intentos,

renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser.”

Shakespeare

En 1996 La Felguera comenzó su andadura. Hoy, tras quince años de agitación y guerrilla, hemos decidido terminar un ciclo. En tanto que “Colectivo de Trabajadores Culturales”, los miembros de La Felguera deseábamos aportar otro estilo y otras tácticas a la lucha contra una dominación que hoy más que nunca habla el lenguaje de la rebelión. Así lo intentamos, “por las buenas y por las malas”, con mayor o menor acierto, pero tratando siempre de apuntar al corazón de la bestia. En el camino nos cruzamos con la dureza de los defensores del orden, la ley y la historia; pero también chocamos con todo un ejército de izquierdistas que hacían y hacen carrera a costa de presentarse como voceros del pensamiento crítico, mientras al mismo tiempo denuncian y tachan de salvaje e inoperante cualquier planteamiento o experiencia que no hable su lenguaje, el lenguaje de lo permisible. Nuestra crítica se dirigió, por medio de decenas de acciones, panfletos, boicots, juegos de guerra y exorcismos, contra la alienación moderna en todas sus formas, pero también alcanzó a la izquierda, los revolucionarios y los anarquistas. No se trataba de tirar piedras sobre nuestro propio tejado, sino de negar a los negadores, promoviendo el cuestionamiento de las propias certezas para avanzar en la crítica.

Durante todos estos años hemos intentado estar junto a ti, hemos crecido y nos hemos educado haciendo lo que sabíamos y nos gustaba hacer. Nos hemos dedicado en cuerpo y alma, con escasos medios pero sí con mucha pasión, a revelar secretos, provocar desplazamientos y rupturas, contagios. Todos aquellos que en algún momento nos siguieron y dieron ánimos, los amigos que surgieron por el camino, aquellos otros colectivos y grupos con los que hemos colaborado, las personas y grupos que han difundido nuestros manifiestos y proclamas o que reprodujeron en sus ciudades y pueblos alguna de nuestras acciones, todos ellos quedan en nuestro corazón. Con ellos y junto a ellos hemos crecido y aprendido. Todo esto (y tantas otras cosas que se nos escapan o que no podemos nombrar) pertenece ya a la historia de la resistencia.

Sin embargo, a pesar de que para nosotros ha sido una experiencia intensa y sincera, una particular aventura en un escenario que, tanto antes como ahora, calificamos de desierto político, también es necesario realizar una autocrítica implacable y honesta. A lo largo de nuestra trayectoria hemos tratado de poner a prueba un lenguaje y un estilo propios, y de paso nos hemos puesto a prueba a nosotros mismos. Hemos visto dónde se encuentran los límites de ciertos discursos y prácticas. Hoy, más que nunca, la barbarie ha colonizado discursos y prácticas que parecían irreductibles, tomando como rehenes a quienes en su día proclamaron ser sus más enconados enemigos. La novedad de nuestra época no es la recuperación espectacular, sino la asimilación del estilo de la insurrección como si fuera el auténtico estilo de su época por parte de todas las esferas del poder. No se puede ser rebelde cuando la rebelión es la norma. Nuestras palabras y acciones, todas esas propuestas que alguna vez llevaron nuestro nombre, caminaron por el filo de una navaja, aceptando el riesgo.

La banalización y la folklorización nos han rozado, y precisamente porque nos han rozado hemos decidido dar un golpe de mano. Hubiera sido muy sencillo continuar en nuestra línea durante muchos años más, pero creemos que hoy la táctica debe ser otra. Nunca hicimos lo que hicimos para ganar amigos, sino para crear conflicto. Y últimamente teníamos demasiados amigos y pocos conflictos.

Desde este momento, y porque siempre hemos hecho lo que nos ha venido en gana, La Felguera se convierte, ni más ni menos, que en una editorial.

Creemos que este paso es necesario, sobre todo en un momento en que vimos urgente replantearnos un discurso que corría el riesgo de ser recuperado por izquierdistas y snobs y banalizado por algunos “admiradores” que empezaban a convertirse en meros fans. Si queríamos ser honestos debíamos cambiar el rumbo. En el momento actual las condiciones son tan adversas que creemos preciso un nuevo esfuerzo, aunque esto implique nuestra desaparición, o al menos de una parte de nuestras actividades. Creemos que a pesar de todo quedan aún muchos caminos por explorar, muchas experiencias por vivir y muchas batallas por ganar. Somos más viejos y más sabios, pero seguimos teniendo la misma mala hostia. Este paso supone disolver La Felguera como grupo de agitación y “colectivo de trabajadores culturales”, aunque esto no significa ni mucho menos que nuestra actividad política desaparezca. A comienzos de este año nuestros comités han tomado la decisión de disolverse y sus miembros pasarán a integrarse en diferentes grupos y asambleas. Algunos ya hemos decidido la plataforma en la que comenzar esta nueva etapa: el Instituto del Tiempo, reconstituido en asamblea abierta, radical y antiautoritaria. Otros han elegido caminos diferentes, pero eso sólo le incumbe a cada cual. Por último, la propuesta que desde el Colectivo de Trabajadores Culturales La Felguera lanzamos, como último comunicado de una etapa que termina, es la creación de una, dos, cien… Interzonas Anarquistas.

Por tanto, La Felguera como grupo de agitación se diluye en un movimiento más amplio y coherente que discurre en los barrios, en los curros, en los centros sociales, en cada maldito rincón de esta ciudad, un movimiento que pretende generar más movimiento y que necesariamente habrá de confluir en las calles.

Los trabajadores culturales desaparecen. Ahora los agentes secretos están en todas partes.

¡Nos vemos en la Interzona!

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Madrid-Tenerife, febrero de 2011