[Memòria] Comunistas en la Extremadura Roja: los asesinatos de izquierdistas en Cabeza del Buey

Angel David Martín Rubio | de regionenlibertad.com

Una de las explicaciones de la guerra civil española más difundida, el mito de un enfrentamiento entre “fascistas” y “proletarios” choca con la realidad de un conflicto no menos radical que se vivió en la retaguardia revolucionaria como consecuencia de la actuación de diversas fuerzas políticas y sindicales que se atribuían la exclusiva representación de los obreros españoles y que se creían capaces de alcanzar por sí mismas el triunfo de un modelo incompatible con el de los otros.

Marginados los republicanos históricos, dichos modelos eran los representados por el anarquismo y el socialismo, este último con el respaldo no solo de los comunistas sino de un Partido Socialista cada vez más bolchevizado y sometido a la disciplina soviética. Ambos modelos iban a protagonizar una sangrienta guerra civil interna que minó la retaguardia roja hasta los últimos momentos de su descomposición interna.

En Extremadura tuvo lugar a finales de noviembre de 1936 uno de los episodios más violentos de este conflicto, interesadamente deformado por cierta historiografía. Todavía hoy, los representantes del Partido Socialista de algún pueblo pacense piensan que no se debe divulgar lo ocurrido en Cabeza del Buey “por razones políticas”.

Origen y formación del frente extremeño
Al finalizar sus acciones ofensivas en 1936, las tropas nacionales consolidaron un frente extremeño que se mantuvo prácticamente inalterado hasta el verano de 1938.

La zona controlada por el Frente Popular quedaba al noroeste de la provincia formando parte de ella las comarcas de La Serena y los Montes del Guadiana, zona esta última también conocida como La Siberia Extremeña con notoria injusticia. Había allí algunas localidades importantes como Don Benito, Villanueva de la Serena, Castuera, Cabeza del Buey y Herrera del Duque. El conjunto formaba la denominada por los nacionales Bolsa de La Serena o de Mérida y por los gubernamentales Extremadura Roja, de forma sensiblemente triangular y con una superficie aproximada de tres mil kilómetros cuadrados, un fondo de unos sesenta, y una abertura de más de cien kilómetros entre Logrosán (Cáceres) y La Granjuela (Córdoba).

De las milicias al Ejército Popular
El Comandante José Ruiz Farrona establecía en octubre de 1936 el Cuartel General de la Columna de Operaciones de Extremadura en Castuera con más de tres mil hombres bajo su mando entre soldados de reemplazo y milicias. Esta Columna contaba con 1.028 hombres el 7 de octubre y el 20 de dicho mes recibía refuerzos considerables y armamentos. El 1 de noviembre, las tropas encuadradas en la Columna Extremadura ascendían a 3.200.

Para deshacer un equívoco basado en formulaciones propagandísticas, conviene precisar que, ya en este período, la movilización afectó a las quintas del 35 al 32 y aportó a las filas gubernamentales una tropa más numerosa pero menos entusiasmada con la causa revolucionaria.

Nada hay más alejado de la realidad que pensar en unas filas del Ejército Popular compuestas por bisoños voluntarios que tenían que hacer frente a un ejército profesional respaldado por la recluta forzosa o mercenaria. La movilización de quintas siguió un ritmo parecido en ambas zonas hasta que, con las sucesivas derrotas, el Gobierno republicano recurrió cada vez a edades más extremas y forzó a incorporarse a filas a un número más elevado de mozos; la relación de voluntarios es también muy parecida y, atendiendo a la circunstancia de que era mayor la población en zona frentepopulista, el porcentaje de voluntarios con relación a la población potencialmente en edad militar fue superior en zona nacional.

Entre las medidas tomadas por Ruiz Farrona ―ya como Teniente Coronel al mando de la columna de Operaciones de Extremadura― hay que destacar las relacionadas con la militarización de los hombres entre 25 y 45 años dispuesta por el Gobierno.


De las milicias al Ejército Popular. Una de las estrategias empleadas por los comunistas para el control de la retaguardia

La lucha por la hegemonía en la retaguardia roja
El intento de las diferentes fuerzas políticas por controlar las unidades que se iban formando y las tensiones existentes en el seno de una retaguardia en la que ya apuntaba la voluntad del Partido Comunista por lograr el dominio de la situación dieron lugar a un episodio especialmente violento ocurrido en Cabeza del Buey los últimos días de noviembre de 1936.

Seis meses más tarde de estos sucesos, el Boletín de Información publicado por la CNT en Castuera describía así la situación político-militar de la zona controlada por los revolucionarios en noviembre de 1936:

Extremadura estaba destrozada por una política asesina. Los tristemente célebres “Comités de Defensa” hacían y deshacían a su antojo cometiendo toda clase de tropelías incalificables. Por si esta labor suicida para ellos mismos fuese poco, la actuación de los militares en la retaguardia era algo de desastre.

Vivíamos nuestra noche negra, sin un rayo de luz, y sin una orientación completa de lo que debiéramos hacer. En nuestra buena fe jamás creímos que los intereses políticos llegasen al extremo que estaban llegando. El comunista P. Martínez Cartón, no demostraba interés alguno como no fuese para cuestiones de proselitismo a favor de su partido, para él no existía guerra, problema del campo ni nada; solo existía una retaguardia a la que había que imponer una política exótica. El Comisario de Guerra, Antonio Villarroel, solo demostraba su atención a cuantas cuestiones denotasen ser una inmoralidad, administrativa o sexual. Era el virrey de Extremadura, dueño absoluto de todo cuanto le parecía. La incapacidad y la complicidad del Juez Militar, Anselmo Trejo, velaba por la seguridad personal de los citados elementos, y por encima de todos, como un dios inexistente, estaba la persona de Juan Casado, Gobernador Civil de la provincia” (26-junio-1937, p.3)

Con tal situación política no era mejor la del Ejército. Con razón se había dicho de las milicias mandadas por los capitanes Rodríguez Medina y Jiménez, que “sólo están
duchas en limpiar la retaguardia
“, alusión a los asesinatos llevados a cabo por estas fuerzas en lugares como Azuaga y Granja de Torrehermosa y que se ve eran bien conocidos por el mando militar hasta el punto de reflejarlos en un informe elaborado por el jefe de Estado Mayor de Hernández Saravia.


Los comunistas Martínez Cartón y Miguel Hernández pocos meses después de los sucesos aquí relatados

Los sucesos de Cabeza del Buey
En este contexto, Pedro Martínez Cartón, diputado comunista por Badajoz, estableció una oficina de reclutamiento en Cabeza del Buey para formar la 16 Brigada Mixta, aparentemente con voluntarios pero exigiendo en realidad el enrolamiento forzoso de todos los hombres de hasta 45 años.

El 26 de noviembre, el Comandante José Rodríguez Pérez, jefe militar de la plaza, pretendió reunir a los reclutas en el campo de aviación y empezó a circular el rumor de que la aviación enemiga aparecería y ametrallaría a los allí convocados. Esto prendió en el ánimo de las mujeres que se encargaron de difundir la idea amplamiente y se terminó desencadenando un motín: la oficina de reclutamiento fue asaltada y el Comandante Rodríguez y los miembros de su escolta detenidos. Un campesino consiguió desarmar al Comandante e intentó matarle pero se interpuso el anarquista Tomás Parra, quitando el arma al agresor. El militar y los milicianos de su escolta fueron conducidos al comité político.

Cabeza del Buey: edificio incautado por los revolucionarios como Inspección de Sanidad

Según la información publicada por los anarquistas, tanto los responsables de la UGT como los de la CNT trataron de aplacar las iras de los amotinados pero no debieron percibirlo así las autoridades porque pronto aparecieron los refuerzos que se habían pedido a Castuera y estos se hicieron con el control de la situación cuando ya había pasado el revuelo y los amotinados habían regresado a sus casas. Inmediatamente, el Comité Local ―formado por ugetistas, anarquistas y republicanos de izquierda― era destituido y sus miembros detenidos y conducidos a Castuera. Ahora, la vida de la población se iba a reorganizar en una situación de aún mayor excepcionalidad que hasta entonces.

Antonio Villarroel, comisario de guerra y miembro del Partido Comunista, Anselmo Trejo, juez militar de la zona y Juan Casado, socialista y gobernador civil, formaron un tribunal que condenó a muerte a los revolucionarios más distinguidos en los sucesos, sobre todo anarquistas y algún ugetista, que serían fusilados en las noches siguientes junto a numerosos derechistas, estos últimos sin ninguna relación con lo sucedido.

El que puso en práctica las órdenes sería el Comandante Rodríguez. Al frente de los pelotones de ejecución estaba un comandante de milicias que mandaba un llamado Batallón de Ferroviarios. Otro ferroviario, natural de la población, miembro del ayuntamiento formado después del 16 de febrero, era quien en la puerta de la cárcel indicaba con un movimiento de cabeza al ser nombrados los detenidos por un capitán de milicias, quiénes tenían que volver a las celdas y quiénes tenían que montar en los camiones que los llevaban hasta el cementerio

Las víctimas de estos fusilamientos recibieron sepultura sin cajas amontonándolas en tres zanjas correspondientes a las tres tandas o noches en que fueron asesinados dentro del mismo cementerio. En el Registro Civil de Cabeza del Buey se inscribieron con posterioridad a la ocupación por los nacionales un total de sesenta y tres defunciones violentas ocurridas entre el 26 y el 30 de noviembre.

Además de los derechistas asesinados, el número de izquierdistas fusilados en Cabeza del Buey ascendió a trece según el artículo publicando en Tierra y Libertad, portavoz de la FAI («en el pueblo de Cabeza de Buey fueron asesinados con alevosía cinco camaradas de limpio historial dentro de la C. N. T. y dos camaradas de la misma condición moral de la U. G. T.; además, otros seis compañeros de menor actividad en la lucha sindical»). En el Boletín publicado por la CNT en Castuera se habla de quince muertos en la noche del 26 y del siguiente que murieron fusilados gritando vivas a la anarquía; entre ellos se encontraban hombres que militaban en el Sindicato La Lucha desde 1932 y otros que pertenecieron a la UGT y esta misma cifra se repite en el diario Hoy publicado en zona nacional el año 1938.

Los comunistas imponen su predominio
Apenas un mes después, en la prensa anarquista se hacía alusión a lo ocurrido en Cabeza del Buey poniéndolo en relación con el acoso que se venía manifestando en otros sucesos como el atentado sufrido por Pablo Yagüe y lo ocurrido en otros lugares en que miembros de la organización anarquista habían sido víctimas de la represión frentepopulista (Tierra y Libertad, 9-enero-1937, p.7.).

Finalmente, la 16 Brigada Mixta ―en cuyo reclutamiento esta el origen de la crisis― se formó a finales de 1936 en Ciudad Real recayendo el mando en el propio Martínez Cartón (ya con la graduación de mayor de milicias) y teniendo como comisario a Eugenio Castro Sánchez, procedente de la UGT pero afín al Partido Comunista. Una vez terminada su instrucción, fue enviada el 27 de diciembre al frente andaluz situándose entre Torredonjimeno y Arjona. Al incoporarse en el frente de Teruel a la “División A” cuyo mando fue entregado a Martínez Cartón, fue sustituido por el Comandante de Infantería José Balas López, procedente del Regimiento Castilla de guarnición en Badajoz. José Rodríguez Pérez seguirá su carrera militar muy cerca de Martínez Cartón, en agosto de 1937 aparece como jefe de Estado Mayor de la División A (XIII Cuerpo de Ejército) mandada por Martínez Cartón; y desde el invierno del mismo año, jefe de Estado Mayor de la División 64 (XIX Cuerpo de Ejército-Ejército de Levante) también a las órdenes del diputado comunista.

Años más tarde, un anarquista extremeño -Olegario Pachón- evocaba así el desenlace de este conflicto por el poder en la retaguardia:

Por fin los comunistas se salieron con la suya de no permitir que en Extremadura existieran otras fuerzas militares organizadas que las de ellos. Esta región había sido siempre un feudo de la UGT y del partido socialista. Pero después de la traición de Margarita Nelken, que se pasó con armas y bagajes al Partido Comunista, unido a la complicidad de otros diputados socialistas que abandonaron la región durante la guerra para establecerse en Madrid, dejaron libre el camino a Martínez Cartón y a Margarita Nelken, que transformaron en pocos meses el panorama político de la provincia de Badajoz, convirtiéndola en un coto cerrado del Partido Comunista

“Para matar dos culpables hay que matar también ocho inocentes

Al ser puestos en libertad los miembros del Comité revolucionario de Cabeza del Buey gracias a la intervención del Comité regional anarquista, tuvieron que escuchar las siguientes palabras de Villarroel que son el más trágico balance del suceso que había costado la vida a decenas de personas inocentes: “De buena os habéis escapado, os habéis librado por chiripa, porque de estas cuestiones hay que sacar el fondo. Para matar dos culpables hay que matar también ocho inocentes“.

Toda una declaración de principios de los métodos empleados por los comunistas para asegurar su hegemonía en la Extremadura Roja y en la España sometida a la intervención soviética.

Más información:

La Guerra Civil en un municipio extremeño: Cabeza de Buey (1936-1939)