¿Era posible una revolución socialista en Francia en 1919? La huelga radical de los trabajadores del metal de la región parisina pudo haber constituido el punto de partida. La dirección de la CGT prefirió ignorarla, confirmando su verdadero giro reformista. La extrema izquierda sindicalista y anarquista fracasó en extenderla.
En ese año 1919, el viento de la revolución recorría toda Europa, de la Rusia roja a los consejos obreros de Alemania y Hungría. Incluso en un país militarmente victorioso como el este de Francia, se sentía el aumento de la fiebre social. Las postrimerías de la guerra no eran de hecho idílicas. Los retornos del frente ya provocaron un aumento espectacular del desempleo, multiplicado por diez en París en el espacio de cuatro meses. Los salarios fueron congelados al nivel de 1914 mientras que el aumento de los precios era vertiginoso. [1]
La CGT veía aumentar rápidamente sus efectivos. Seguro, siempre se reafirmaba como revolucionaria. Pero, debido a su adhesión a la unión sagrada patriótica en 1914, ¿se podía creer aún en su palabra?
Después de los sufrimientos de la guerra, la mentalidad obrera está por la revancha social. El gobierno además soltó lastre preventivamente accediendo a una vieja reivindicación de casi treinta años: la jornada laboral de ocho horas – siendo 48 horas en seis días.
Ahora bien, quedaba por debajo de lo que la CGT reivindicaba en 1914, es decir, la semana inglesa: 44 horas de trabajo en cinco días y medio. Y aquello, nadie lo olvidaba. El día siguiente de la votación de la ley, el Comité de Acuerdo de la metalurgia parisina, estructura que reunía a 14 sindicatos de la capital, decide mantener la reivindicación de la semana inglesa, a la que añade el aumento de los salarios y la equiparación de éste entre hombres y mujeres.
Tres tendencias revolucionarias
Esta intransigencia no es fortuíta. Al margen de la construcción, tradicionalmente muy combativa, es en la metalurgia donde la llama revolucionaria del genuino sindicalismo se mantiene más viva. Y los sucesos de Rusia no hacen más que avivarla.
En casa de los sindicalistas parisinos del Metal, muchos se ligan a la minoría de la CGT que se distingue de la mayoría por su entusiasmo por la Revolución Rusa. Políticamente, esta minoría sindical se divide principalmente en tres tendencias:
- La más influyente es la del semanario La Vie ouvrière [La Vida obrera]. En su mayor parte descendientes del anarquismo, sus animadores Pierre Monatte (Libro), Marie Guillot (Enseñanza), Marcel Vergeat (Metal) o Gaston Monmousseau (Ferroviario), piensan que el sindicalismo puede renacer ligando su destino a la Revolución Rusa.
- La Federación anarcocomunista de antes de la guerra es refundada en diciembre de 1918 bajo el nombre de Federación Anarquista (FA), y hace reaparecer su órgano, Le Libertaire [El Libertario]. Cuenta con “líderes” sindicalistas como Jules Lepetit (Construcción), Henri Sirolle (Ferroviario), Pierre Le Meillour, Paul Véber, Louis Rimbault o François Boudoux (Metal). Más radicales que La Vie ouvrière [La Vida Obrera] en su crítica de la CGT, condenan el funcionarismo inamovible de los liberados sindicales.
- Los grupos militantes de alrededor del antiguo secretario de la Federación de Construcción Raymond Péricat y de su diario L’Internationale [La Internacional] forman una tendencia más confidencial que busca una nueva vía política: el “sovietismo”. [3] En junio formaron un “Partido comunista” de tendencia libertaria, que no sobrevivió mas que unos meses.
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