Corriente Comunista Internacional (Acción Proletaria)
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Durante la gran manifestación contra las medidas de austeridad del gobierno el 5 de Mayo en Atenas, el banco Marfin fue incendiado, aparentemente por cócteles Molotov lanzados por la multitud. Tres trabajadores del banco murieron por inhalación de humo. Estos sucesos provocaron una frenética respuesta del gobierno, ansioso de poder catalogar a todos los manifestantes como vándalos, y de la policía, que ha organizado una serie de redadas en los barrios donde predominan los anarquistas, como Exarchia en Atenas. Las muertes también han producido al menos temporalmente, un efecto entumecedor sobre el desarrollo de las luchas, sumiendo a muchos trabajadores en una confusión respecto a cómo continuar las luchas, e incluso llegando a hacerles considerar la necesidad de aceptar las medidas de austeridad para “salvar la economía” o evitar el hundimiento en el caos (al menos eso es lo que refieren las encuestas de opinión recientes, según las que el 50% de la población estaría dispuesta a aceptar las medidas draconianas del tándem UE/FMI, o al menos preferiría los recortes salariales a la bancarrota).
Desde el punto de vista de los “manifestantes”, de ese número considerable de proletarios convencidos de que hay que combatir activamente contra la aplicación de los ataques, ha habido varias respuestas. Muchos han culpado justificadamente de lo ocurrido a las tácticas intimidatorias del propietario del banco, Vgenopoulos, que presionó a los trabajadores para que permanecieran en sus puestos de trabajo bajo amenaza de despido; aunque se sabía que el banco estaba en el recorrido de la manifestación y otras veces ya se habían producido incendios de bancos (de hecho otros establecimientos permanecieron cerrados): pero además, las entradas al banco se bloquearon, haciendo también extremadamente difícil salir del edificio[1]. Otros culpan directamente a bandas paramilitares del ataque[2].
Sea como sea, si esas respuestas se quedan en este punto, no nos ayudan realmente a comprender porqué la burguesía en Grecia ha utilizado ampliamente agentes infiltrados como falsos manifestantes para llevar a cabo provocaciones y acciones ultraviolentas: lo cierto es que esas acciones tienden a prosperar en el contexto de una cultura de violencia minoritaria en una parte substancial del medio “antiautoritario” en Grecia. Una adicción a la violencia como un fin en sí mismo puede fácilmente convertirse en una traba al desarrollo de un movimiento de clase más amplio y sus esfuerzos para organizar y extender la lucha contra el asalto del Estado a las condiciones de vida obreras.
Las tomas de posición siguientes muestran sin embargo que en este medio, la reciente tragedia ha impulsado un proceso serio de reflexión y autoexamen. La primera es otro texto de camaradas que contribuyen con el blog “Occupied London”, muchos de ellos de origen griego. Sin exonerar a la burguesía por sus responsabilidad en las muertes, ni caer en el pacifismo, su declaración busca ir a las raíces del problema: «Ya es tiempo de que hablemos francamente sobre la violencia y que examinemos críticamente una cultura específica de la violencia que se ha venido desarrollando en Grecia estos últimos años. Nuestro movimiento no se ha reforzado por los medios dinámicos que a veces emplea, sino por su articulación política. Diciembre de 2008 no se ha convertido en histórico porque miles de manifestantes arrancaran y tiraran piedras y cócteles molotov, sino principalmente debido a sus características políticas y sociales -y sus ricas enseñanzas en este plano»[3].
La segunda toma de posición es de un texto más largo del TPTG[4], un grupo comunista libertario de Grecia. En nuestra prensa en inglés y en francés, hemos publicado parte de otro artículo escrito por este mismo grupo, un texto que exponía con lucidez el papel de sabotaje que juegan los sindicatos y el Partido Comunista griego en la oleada actual de huelgas y manifestaciones; sin embargo, en algunos pasajes, como señala nuestra prensa en francés, parece que no se tiene en cuenta el peligro de que algunas acciones violentas en el curso de un movimiento más amplio de luchas, pueden tener un resultado contraproducente[5]. Sin embargo los extractos que publicamos después de otro texto de este mismo grupo muestran al contrario el mismo enfoque crítico que la declaración del Occupied London, por ej. donde dice: «En cuanto al propio movimiento anarquista-antiautoritario y su tendencia dominante insurreccionalista, la tradición de una glorificación machista y fetichizada de la violencia ha sido demasiado larga y consistente como para permanecer indiferente ahora. La violencia como un fin en sí mismo en todas sus variantes (incluyendo la propia lucha armada) ha sido propagada constantemente durante años hasta ahora y, especialmente tras la rebelión de diciembre, un cierto grado de descomposición nihilista se ha hecho evidente».
Por nuestra parte sólo podemos animar ese proceso de reflexión y esperar que podamos tomar parte en los debates que engendra. Tanto la declaración del Occupied London, como diferentes artículos del TPTG argumentan que la verdadera fuerza del movimiento en Grecia, y realmente de cualquier movimiento proletario, es su capacidad para la autoorganización, la extensión y su “articulación política”; y podemos añadir que esa es también la alternativa real, no sólo a la violencia substitucionista de una minoría, sino también al sofocamiento del movimiento de clase por las fuerzas “oficiales” que reivindican su liderazgo -los sindicatos, el PC y los izquierdistas.
Traducido de World Revolution, publicación de la CCI en GB
Declaración del Occupied London: ¿Qué tenemos que decir honestamente sobre los sucesos del miércoles?
El texto que sigue resume unas primeras reflexiones de algunos de los del Occupied London sobre los trágicos acontecimientos del miércoles. Hay una versión en inglés y en griego -por favor difundir.
¿Qué tenemos que decir honestamente sobre los sucesos del miércoles?
¿Qué significan honestamente los sucesos del miércoles 05.05 para el movimiento anarquista y antiautoritario? ¿Cómo nos posicionamos ante la muerte de esas tres personas -independientemente de quien la provocó? ¿Cual es nuestra posición como seres humanos y como manifestantes en lucha? Nosotros, que no aceptamos que existan cosas como “incidentes aislados” (de la brutalidad del Estado o de la policía) y que señalamos con el dedo diariamente la violencia que ejerce el Estado y el sistema capitalista. Nosotros que tenemos el coraje de llamar a las cosas por su nombre; nosotros que denunciamos a los que torturan emigrantes en las comisarías de policía o a los que juegan con nuestras vidas desde glamurosos despachos y estudios de TV. ¿Qué tenemos que decir ahora?
Podríamos ocultarnos tras la declaración que ha hecho el sindicato de trabajadores de la banca (OTOE), o de las acusaciones de los empleados de la sucursal bancaria; o podríamos dejarlo en que los muertos habían sido obligados a quedarse en el edificio sin protección antiincendios, e incluso habían sido encerrados. Podríamos no ir más allá de lo cabronazo que es Vgenopoulos, el dueño del banco; o dejarlo estar añadiendo simplemente que este trágico incidente se utilizará para desencadenar una represión sin precedentes. Y cualquiera (que se hubiera atrevido) a pasar por Exarchia el miércoles por la noche ya podría tener una clara imagen de esto. Pero ahí no es donde está el problema.
La cuestión para nosotros es ver qué parte de responsabilidad recae en nosotros, en todos nosotros. Todos somos conjuntamente responsables. Sí, tenemos derecho a luchar con todas nuestras fuerzas contra las medidas injustas que nos quieren imponer; tenemos derecho a dedicar toda nuestra fuerza y nuestra creatividad a un mundo mejor. Pero como seres políticos, somos igualmente responsables de cada una de nuestras opciones políticas, de los medios que puede que hayamos usado impropriamente y de nuestro silencio cada vez que no admitimos nuestras debilidades y nuestros errores. Nosotros, que no camelamos a la población para ganar sus votos, nosotros que no tenemos ningún interés en explotar a nadie, tenemos la capacidad, en estas trágicas circustancias, de ser honestos con nosotros ismos y con quienes están a nuestro alrededor.
Lo que el movimiento anarquista en Grecia está experimentando en este momento es un entumecimiento total. Porque las condiciones presionan para que se produzcan duras autocríticas que pueden levantar heridas. Más allá del horrror de que haya muerto gente que estaba “de nuestro lado”, el lado de los obreros -trabajadores sometidos a condiciones extremadamente difíciles, que muy posiblemente hubieran elegido manifestarse con nosotros si las cosas hubieran sido diferentes en su trabajo-; más allá de esto, lo ocurrido también nos confronta con que algunos manifestantes pusieron en peligro la vida de la gente. Aún cuando (y esto no hace falta ni decirlo) no hubiera intención de matar, se trata de una asunto de esencia que puede traer mucha discusión- empezando por algunas discusiones sobre cuales son los objetivos que trazamos y los medios que elegimos.
El incidente no ocurrió por la noche, en alguna acción de sabotaje. Ocurrió durante la mayor manifestación en la historia contemporánea de Grecia. Y aquí es donde emergen una serie de cuestiones dolorosas: sobre todo, en una manifestación de 150000-200000 personas, sin precedentes los últimos años, ¿es realmente necesaria una “sobrepuja” de violencia?¿Cuando ves a miles de manifestantes gritando “quema, quema el Parlamento”, e insultando a la pasma, ¿otro banco quemado tiene realmente algo que ofrecer al movimiento?
Cuando el propio movimiento se vuelve masivo -digamos como en Diciembre 2008- ¿Qué puede ofrecer una acción, si esta acción excede los límites de lo que una sociedad puede asumir (al menos en el momento actual), o si esta acción pone las vidas humanas en peligro?
Cuando tomamos las calles somos uno con la gente a nuestro alrededor; nos sentimos próximos a ellos, hombro con hombro -por eso, al final del día, nos dejamos el culo escribiendo textos y haciendo carteles- y nuestras propuestas son un simple parámetro de muchos que convergen. Ya es tiempo de que hablemos francamente sobre la violencia y que examinemos críticamente una cultura específica de la violencia que se ha venido desarrollando en Grecia estos últimos años. Nuestro movimiento no se ha reforzado por los medios dinámicos que a veces emplea, sino por su articulación política. Diciembre de 2008 no se ha convertido en histórico porque miles de manifestantes arrancaran y tiraran piedras y cócteles molotov, sino principalmente debido a sus características políticas y sociales -y sus ricas enseñanzas en este plano. Por supuesto respondemos a la violencia que se ejerce contra nosotros, y aún así tenemos que hablar sobre nuestras opciones políticas, así como los medios que vemos apropiados reconociendo nuestras -y sus- limitaciones.
Cuando hablamos de libertad, significa que a cada momento dudamos de lo que ayer dábamos por garantizado. Que nos atrevemos a ir hasta el final, evitando el lenguaje político de los clichés, que miramos las cosas directamente a los ojos, tal y como son. Está claro que, puesto que no consideramos la violencia como un fin en sí mismo, no deberíamos permitir que ensombreciera la dimensión política de nuestras acciones. No somos asesinos ni santos. Somos parte de un movimiento social, con nuestras debilidades y nuestros errores. Hoy, en lugar de sentirnos más fuertes después de tan enorme manifestación, nos sentimos entumecidos, para decir lo menos. Esto ya habla de sobra de por sí. Hemos de convertir esta trágica experiencia en un examen de conciencia al que nos animemos mutuamente, puesto que al cabo, todos actuamos basándonos en nuestra toma de conciencia. Y lo que está en juego es cultivar esa toma de conciencia colectiva.
Extractos del artículo del TPTG, «En un momento crítico y asfixiante»
Está más que claro que ha empezado el juego enfermizo de transformar el miedo-culpa de la deuda en miedo-culpa de la resistencia y del alzamiento (violento) contra el terrorismo de la deuda. Si la lucha de clases se intensifica, las condiciones pueden parecer más y más las de una verdadera guerra civil. La cuestión de la violencia ya se ha vuelto central. De la misma forma que analizamos la gestión estatal de la violencia, estamos obligados a analizar también la violencia proletaria: el movimiento tiene que tratar con la legitimación de la violencia rebelde y su contenido en términos prácticos. En cuanto al propio movimiento anarquista-antiautoritario y su tendencia dominante insurreccionalista, la tradición de una glorificación machista y fetichizada de la violencia ha sido demasiado larga y consistente como para permanecer indiferente ahora. La violencia como un fin en sí mismo en todas sus variantes (incluyendo la propia lucha armada) ha sido propagada constantemente durante años hasta ahora y, especialmente tras la rebelión de diciembre, un cierto grado de descomposición nihilista se ha hecho evidente (hicimos algunas referencias en nuestro texto “El viaje rebelde de una minoría proletaria…”), extendiéndose por el propio movimiento. En la periferia de este movimiento, en sus márgenes, un número creciente de gente muy joven se ha hecho visible promoviendo una violencia nihilista sin límites (vestida de “nihilismo de diciembre”) y la “destrucción”, incluso si esto también implica “capital variable” (en forma de esquiroles, “elementos pequeño-burgueses”, “ciudadanos respetuosos con la ley”). Que tal degeneración surge de la rebelión y de sus límites, así como de la propia crisis es claramente evidente. Hasta cierto punto había comenzado a oírse algunas condenas de estas actitudes y una cierta autocrítica (algunos críticas anarquistas incluso han llamado a los responsables “matones parásitos”) y es bastante posible que los anarquistas y antiautoritarios organizados (grupos u okupas) intenten aislar política y operativamente tales tendencias. Sin embargo, la situación es más complicada y está sobrepasando la capacidad de (auto)crítica teórica y práctica del movimiento. A posteriori, se puede decir que estos trágicos incidentes, con todas sus consecuencias, podrían haber ocurrido en la rebelión de diciembre: lo que lo evitó no fue sólo suerte (la gasolinera que no estalló junto a los edificios incendiados el sábado 7 de diciembre, el que los disturbios más fuertes tuvieran lugar de noche con la mayoría de los edificios vacíos), sino también la creación de una esfera pública proletaria (aunque limitada) y de comunidades de lucha que encontraron su camino no sólo a través de la violencia sino a través de su propio contenido, discurso y otros medios de comunicación. Fueron estas comunidades pre-existentes (de estudiantes, de ultras de futbol, de inmigrantes, de anarquistas) las que se convirtieron en comunidades de lucha por los propios sujetos de la rebelión que dieron a la violencia un sentido. ¿Surgirán tales comunidades de nuevo ahora que no sólo una minoría proletaria está implicada? ¿Surgirá una forma práctica de autoorganización en los centros de trabajo, barrios o las calles para determinar la forma y el contenido de la lucha y, por tanto, situar la violencia en una perspectiva liberadora?
Son cuestiones incómodas y urgentes, pero tendremos que encontrar la respuesta luchando.
TPTG, 9 de Mayo
[1] Se ha publicado en diferentes páginas traducida al español, una carta de uno de los empleados del banco ante la muerte e sus compañeros, una delas que hemos encontrado es esta https://madrid.indymedia.org/node/13906
[2] Como la declaración del “Anarchist Crouch” , del Occupied London blog, donde militan anarquistas de origen griego, ver en inglés http://www.occupiedlondon.org/blog/2010/05/09/286-the-“anarchist-crouch”-on-wednesdays-events/
[3] http://www.occupiedlondon.org/blog/2010/05/07/what-do-we-honestly-have-to-say-about-wednesdays-events/
[4] Ta Paida Tis Galarias (Algo así como los chicos de la Galería)
[5] Ver en francés: http://fr.internationalism.org/icconline/2010/prise_de_position_d_un_groupe_communiste_libertaire_sur_les_evenements_en_grece.html