El 17 de enero se produjo en el parlamento griego una gran crisis a causa de la publicación de una lista con los nombres de 2.000 ricos griegos que ocultaban sus fortunas en el HSBC, en Suiza.
El 17 de enero se produjo en el parlamento griego una gran crisis a causa de la publicación de una lista con los nombres de 2.000 ricos griegos que ocultaban sus fortunas en el HSBC, en Suiza. La lista –conocida como la lista Lagarde o Falciani– estuvo escondida durante dos años en las oficinas del ministerio de Economía.
Los tres partidos del Gobierno –Nueva Democracia, Pasok y Dimar– se pusieron de acuerdo para investigar y sacrificar al ex ministro de Economía, Giorgos Papakonstantinou, pero evitaron hacer lo mismo con el también ex jefe del ministerio –y ahora líder del Pasok–, Evangelos Venizelos, para salvar la coalición gubernamental. Evitada esta crisis de gobierno, y habiendo superado la votación del tercer memorándum en octubre, Samaras consideró que había llegado la hora de atacar.
Casualmente, fue el mismo día, el 17 de enero, cuando los trabajadores y trabajadoras del Metro de Atenas empezaron varias huelgas de 24 horas contra nuevos recortes salariales y por el derecho a tener un convenio colectivo propio.
En una ciudad de 4,5 millones de habitantes el impacto del parón fue enorme en dos de las tres líneas de metro. A pesar de los continuos ataques del Gobierno y los medios de comunicación –acusaban al personal de metro de estar haciendo una huelga contra “la gente pobre que utiliza el transporte público”, de que estaban “muy bien pagados” y de que los huelguistas eran “una minoría izquierdista” – la huelga tuvo el apoyo mayoritario de la gente.
Durante los últimos tres años, la plantilla del Metro de Atenas participó activamente en las diferentes huelgas, pero también en el movimiento de las y los Indignados, a quienes ayudó echando a la policía fuera de las estaciones de metro. El presidente del sindicato del Metro –y también candidato del frente anticapitalista Antarsya en las últimas elecciones generales– se convirtió en una figura bien conocida en el movimiento.
El apoyo se hizo evidente cuando al mediodía del 24 de enero, el ministro de Transportes y Comunicación, Konstantinos Hatzidakis, acordó con Samaras requisar el Metro y militarizar a sus trabajadores y trabajadoras –medida que se supone solo se aplica en casos de guerra, grandes desastres naturales o graves problemas de salud pública.
Cuando las noticias llegaron a la asamblea de conductores y conductoras de autobuses de Atenas, que estaba teniendo lugar en el mismo momento, decidieron en pocos minutos ir a huelga con todo y se fueron directos a organizar los piquetes. En pocas horas, todos los otros sindicatos de los transportes de Atenas –trolebús, tranvía, ferrocarriles y la tercera línea de metro– se unieron a la huelga. A pesar de que había un enorme lío en las vías de circulación de la ciudad, miles trabajadores y trabajadoras y simpatizantes llegaron a la cochera central del Metro en un piquete manifestación. Los coches que pasaban por la autopista adyacente hacían sonar los cláxones para mostrar su apoyo.
Para acabar con esta lucha en su nacimiento, a las 3.30 de la madrugada del día 25, cientos de antidisturbios asaltaron la cochera ocupada por el personal en huelga y entregaron a cada trabajador y trabajadora una orden del Gobierno que les obligaba a trabajar, o se enfrentarían a sentencias de cárcel. La plantilla del Metro fue forzada a volver al trabajo, pero esto no detuvo al personal del autobús y de los ferrocarriles, que continuaron en huelga hasta este martes 29 de enero.
La línea dura de “ley y orden” de Samaras –que empezó en navidades, con las redadas policiales contra la izquierda radical y las casas ocupadas por los y las anarquistas– no está acabando con el descontento, sino que está produciendo más rabia.
Hoy, jueves 31 de enero, los trabajadores y trabajadoras del sector de la electricidad y de los ferrocarriles están convocados a una huelga. Hasta el sábado ningún barco podrá salir de los puertos griegos porque el sindicato de la marina mercante ha decretado una huelga de 48 horas. Los conductores y conductoras de autobuses también han decidido sumarse a esta jornada de huelga, mientras al mismo tiempo la plantilla del Metro está llamada a una nueva asamblea. El sector sanitario también ha iniciado hoy una huelga contra los cierres centros de salud. Además, educación y administración pública se han unido con un paro de cuatro horas.
Con todos estos sectores en lucha, este jueves 31 de enero parece que se ha convertido en una huelga general no oficial surgida desde la base. La presión hacia las cúpulas de la federación nacional de sindicatos griegos para convocar una nueva huelga general se está volviendo cada vez más y más grande. El sindicato del sector eléctrico está pidiendo abiertamente una huelga general. Ésta puede tener lugar durante las dos primeras semanas de febrero.
Hay también un nuevo elemento en la situación. Los pequeños agricultores y agricultoras de todo el país se están movilizando contra los recortes y la pobreza que la austeridad les ha llevado a sus campos. Cientos, puede que miles de vehículos agrícolas se están preparando para bloquear las principales autopistas , lo que llevaría a la paralización de todo el país, mientras el Gobierno moviliza una vez más la brigada antidisturbios.
La crisis y la resistencia en Grecia está lejos de acabarse.