Para tratar sobre el tema del título hemos entrevistado al autor del libro “Invertidos y rompepatrias” dónde nos da una idea de como ha ido evolucionando la percepción del anarquismo sobre un tema como la homosexualidad que a día de hoy parece, salvo alguna excepción, asumido como normal dentro del movimiento libertario pero que antaño no era tan extendida esa opinión.
Siempre nos ha gustado pensar que la izquierda en general y el anarquismo en particular han sido siempre muy abiertos de mente, en temas tanto de liberación sexual, como de igualdad de género o respeto de orientaciones e identidades sexuales, pero eso no parece sostenerse viendo algunos ejemplos históricos…¿Qué es lo que te llevo a darte cuenta de que ese trabajo de revisión histórica era necesario?
* Me di cuenta de ello principalmente por dos razones. La primera, por mi propia práctica política. He militado en buena parte del amplio arco de lo que podríamos llamar «izquierdismo»; desde en el marxismo-leninismo «ortodoxo» hasta en el trotskismo más socialdemócrata, pasando por el antifascismo y el movimiento estudiantil, hasta que terminé en un ámbito más antiautoritario y radical, en el cual me encuentro en este momento. Y en todos y cada uno de los grupos, colectivos, partidos, sindicatos o asambleas en los que he estado, siempre me he encontrado con un ambiente de opresión sexual, en el sentido, no ya de discriminación directa homofóbica (eso, salvo excepciones, ya pasó a mejor vida), sino de que hay reparo en hablar ciertos temas relativos a la sexualidad, en que imperan los comentarios de tipo ‘machirulo’ o heternormativos, en donde, hasta que no se demuestre claramente lo contrario, eres heterosexual, tienes un órgano genital asociado a tu rol social de género y buscas ‘pareja’ si es que no la tienes ya. En ese ambiente, por muy anticapitalista y liberador que políticamente diga ser, una persona que, como en mi caso, normalmente no mantiene prácticas heterosexuales, no piensa otra cosa que no sea hacer como con su familia o sus compañeros de clase: autorreprimirse y callarse sus inclinaciones sexuales. En mi caso, no comencé a hablar con naturalidad de mis gustos sexuales hasta bien entrados los 18 años, cuando ya había dejado tras de mí más de una organización «revolucionaria». Si bien admito que donde he hallado un clima más propicio donde tratar las sexualidades disientes sin tantos reparos han sido y siguen siendo los círculos libertarios.
En segundo lugar, porque, una vez ya visibilizado públicamente ante mis camaradas, amistades y familiares como ‘marica’, comencé a indagar sobre el pasado de la ‘homosexualidad’, y de ahí pasé a establecer puentes entre la liberación sexual y la liberación económica y social, y de ahí a estudiar cómo en el pasado se había tratado esto desde las organizaciones obreras. Leyendo algún libro, rebuscando por Internet y preguntando a algún ‘veterano’ de los que aún se mantienen al pie del cañón, comencé a pensar que el pasado de nuestras ideas no había sido tan de color de rosa como yo creía y como generalizadamente se cree, y que hacía falta un estudio que evidenciara todo esto y poder llevar a cabo una autocrítica con la retrospectiva que nos permite el paso de las décadas, pues en el Estado español, al contrario que en otros países como Rusia o Alemania, tal estudio no estaba hecho.
Obviando otras corrientes del socialismo de las que también trata tu estudio, el anarquismo, como filosofía política, representa un marco para el respeto a las distintas condiciones sexuales,…
* Sí, estoy de acuerdo, el anarquismo desde prácticamente sus inicios se ha preocupado por la sexualidad de una forma u otra. No obstante, el anarquismo que se vive ahora es algo totalmente diferente al de antaño, lo cual se nota bien en lo que en materia sexual se refiere. Actualmente ha evolucionado mezclándose con otras corrientes e ideas derivadas del mayo francés y la autonomía, por tanto la versión que siempre hemos conocido la inmensa mayoría de quienes actualmente pululamos por espacios ácratas ha sido la de un acogimiento sincero y práctico de las libertades sexuales, lo cual en buena parte es cierto. Y, además de eso, considero básico el rechazo al Estado propio del anarquismo, porque, pese a lo que puedan pensar las maricas, bolleras y trans más institucionales y socialdemócratas, mientras prosiga el ejercicio de autoridad estatal proseguirá la homofobia en todos sus derivados, ya que el Estado necesita machacar sexualmente (entre otras cosas) a sus súbditos para dominarlos mejor, tanto mediante la perpetuación del patriarcado y la separación de las personas en dos géneros con lo cual reprimir a uno y ensalzar al otro, como para que las propias personas interioricen estos roles y sean ellas mismas quienes ejerzan de «policías del género» y hagan la vida imposible a quien quiera escapar de ellos. Mientras exista el Estado, existirá el poder, y para que éste sea ejercido el machismo y la homofobia son necesarios.
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