[Textos] Las clases en la sociedad capitalista

Introducción

Desde que empezamos a editar el Ruptura siempre lo hemos planteado más como una pregunta que como una respuesta. Una invitación a la reflexión y al análisis más que un intento de sentar cátedra, aunque no todos lo hayan tomado así. Por eso nunca hemos tenido reparos en plantear nuestras dudas ni tampoco en defender nuestras convicciones. En el número 2 intentábamos dejar claro que nuestra reivindicación de una postura de clase partía de la intuición de que es una realidad fundamental que determina nuestras vidas y el mundo el que se desarrollan, y no de la subscripción a una ideología determinada. Sin embargo, como algunos nos han criticado, no habíamos entrado en ningún número a explicar con detalle qué son para nosotros las clases, qué entendemos por proletariado y burguesía, qué significa la lucha de clases y, sobre todo, qué importancia le damos a todas estas realidades. En este artículo trataremos de hacer una primera aproximación al análisis de las clases en la sociedad capitalista

Antes de empezar nos gustaría hacer una serie de matizaciones. Nosotros no estamos interesados en un análisis de tipo académico, lo que no significa que tengamos que limitarnos a decir cuatro simplezas, así que como no basamos nuestro “prestigio” ni nuestro trabajo en la validez de nuestra teoría, no tenemos ninguna necesidad de defenderla con uñas y dientes si alguien nos demuestra que nos equivocamos. Igualmente, entendemos que hay cuestiones importantes y otras que no lo son tanto, o que no merece la pena detenerse en ellas, por reales que sean. Tampoco estamos suscritos a ninguna ideología (marxista, anarquista, situacionista, insurreccionalista etc.), así que no necesitamos repartir unas cuantas citas de este o aquel autor para respaldar nuestros argumentos, aun cuando hayamos utilizado sistemáticamente a dichos autores, y si lo que decimos no cuadra con ortodoxias, invariancias o principios, tácticas y finalidades, peor para ellas.

Lo que nos interesa entender de qué es el proletariado y qué es lo que implica ser proletario, o burgués, es comprender mejor cómo funciona el capitalismo pero, sobre todo, comprender mejor cómo funciona su destrucción: los conflictos, contradicciones y crisis que se producen en su seno. Para ello consideramos necesario entender cómo el capitalismo se fundamenta en la explotación y la dominación de una clase por otra, y los modos característicos en los que éstas se presentan. Esto no significa que el capitalismo y sus conflictos puedan reducirse a las luchas laborales. De hecho, como trataremos de explicar, el aspecto laboral o económico, por importante que sea, es simplemente uno de los aspectos de la lucha de clases. Por estos motivos nos centraremos fundamentalmente en los aspectos de nuestra realidad más cercana como proletarios y no dedicaremos mucho tiempo a relaciones que, aunque importantes para comprender la sociedad, nos quedan bastante lejanas a la hora de la práctica, como por ejemplo las relaciones entre diferentes tipos de capitalistas, etc.

Las clases sociales en el capitalismo

El capitalismo es una sociedad basada en la producción e intercambio de mercancías. Esto significa en última instancia que para adquirir cualquier servicio u objeto necesario para vivir hay que tener el dinero para comprarlo. En principio se podría pensar que lo que caracteriza a las diferentes clases es la forma en la que obtienen el dinero: los trabajadores reciben un salario y los capitalistas una parte de la plusvalía que aquellos generan, un beneficio. Sin embargo, esto es más bien una consecuencia de pertenecer a diferentes clases que lo que las define: los trabajadores reciben un salario por el hecho de ser trabajadores, y no a la inversa. Lo que define a las clases es su relación con los medios de producción y, a través de estos, con el resto de la sociedad, con el resto de clases. El proletariado se define en primer lugar en negativo, como aquel que está desposeído de todo medio de producción que no sea su propia capacidad para trabajar. Obviamente, esto es así porque existe otra clase social, la burguesía, que es propietaria de los medios de producción necesarios para reproducir esta sociedad. Lo importante aquí es lo que esta desposesión nos impone en el día a día: los proletarios no contamos con los medios y mecanismos para llevar la vida que queremos, para producir la sociedad en la que queremos vivir, por lo que para sobrevivir en la sociedad capitalista necesitamos dinero para comprar las mercancías que aquella produce. Para conseguir el dinero o las mercancías necesarias, los proletarios sólo tenemos tres formas de conseguirlo: trabajando, robando o mendigando. El que haga una cosa u otra es decisión “libre” de cada proletario, ya que, a diferencia de otros tiempos y lugares, como los esclavos o los siervos, los proletarios, al ser jurídicamente iguales a los burgueses, no estamos obligados a trabajar para ellos, pudiendo “elegir” entre venderles nuestra fuerza de trabajo… o morirnos de hambre. Evidentemente esta “libertad” y esta “elección” son puramente formales y esconden tras de sí la necesidad de trabajar para algún capitalista[1], pero aún así tienen una importancia crucial para el funcionamiento del sistema capitalista y, como veremos más adelante, para sus mecanismos de dominación.

Sin embargo, como decíamos, el trabajo asalariado no es la única opción que tienen los proletarios para sobrevivir. Pedir o tomar son las otras formas que le quedan a aquellos que no puedan o no quieran encontrar un trabajo asalariado. Hoy en día esto puede parecer meterse en pajas mentales, ya que la mayoría de la gente “normal” dedica la mayor parte de su tiempo a trabajar. Pero si vamos un poco más allá de las apariencias, vemos que generalmente nadie deja escapar la oportunidad para agenciarse algo en el curro, descargarse unas pelis, engañar a la báscula en el hiper, etc, etc.[2]

El que la gran mayoría de los proletarios tenga como fuente casi exclusiva o mayoritaria de dinero el trabajo asalariado no es motivo para hacer de éste lo que define al proletariado, ya que es la existencia del proletariado lo que, tanto histórica como lógicamente, determina la existencia del trabajo asalariado, aunque posteriormente la relación capital-trabajo reproduzca y refuerce la división entre proletariado y burgués[3]. Es muy importante recalcar esto por varias razones. De esta forma evitaremos caer en el obrerismo que reduce el proletariado al asalariado, o peor aún, al obrero fabril, pero también en el “antiobrerismo” (y su mitificación de la delincuencia y el “buscarse la vidilla”) o en distinciones entre ‘incluidos’ y ‘excluidos’. Con la crisis que estamos sufriendo y los pocos síntomas de recuperación económica que se vislumbran en el horizonte, el número de gente en el paro y/o que se va a ver abocada a formas más o menos ilegales o trapicheras para obtener dinero aumentará, y con ello, tanto la represión como los intentos por enfrentarnos los unos a los otros. Asalariado, parado, ama de casa, estudiante, ladrón… son diferentes formas que el proletariado puede asumir en la sociedad capitalista, pero, en su fluir, constituyen al mismo tiempo otros tantos momentos de una unidad orgánica en la que lejos de contradecirse son todos igualmente necesarios, y esta igual necesidad es la que constituye la vida del todo. Entender que todos somos parte de la misma clase, con unos intereses comunes a largo plazo será crucial para desarrollar formas y prácticas de resistencia contra la crisis.

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