El pasado domingo 17 de abril se celebró el acto de homenaje y desagravio a las víctimas del franquismo enterradas en las fosas comunes del Cementerio General de Valencia. Un gran número de personas ha acompañado la comitiva, respondiendo a la convocatoria de las siguientes organizaciones: Fòrum per la Memòria del País Valencià, Centre Social Terra, Maulets, Alerta Solidaria, CNT-AIT València, Coordinadora Obrera Sindical l’Horta (COS), Societat Coral El Micalet, CGT, Comissió de la Dignitat, PSAN, Esquerra Republicana del País Valencià, Esquerra Anticapitalista, Col·lectiu Antifeixista de València. También otras asociaciones, colectivos, entidades, familiares de represaliados y personas a título individual, en número de 212, han firmado el manifiesto unitario.
La comitiva ha partido de la puerta principal del Cementerio a ritmo de “dolçaina i tabalet”, que entonaban líricos de la canción del grupo “Obrint Pas” “Mil nou-cents trenta nou”. A la cabecera iba una corona de laurel llevada por las nietas de dos represaliados enterrados en las fosas, hasta llegar al lugar que ocupa el aterrador y lamentable monolito erigido por el Ayuntamiento, simbólicamente negado por las banderas valenciana y republicana. De espaldas al mismo los asistentes han guardado un minuto de silencio por todas las víctimas, únicamente roto al final por la interpretación de La Muixeranga (Himno del País Valencià). Este himno, junto al resto de piezas musicales previstas ha sido objeto de la prohibición municipal. El Ayuntamiento de Valencia había prohibido también el Himno de Riego, la actuación de Pau Alabajos y la entrada a las propias fosas. Este lugar es probable que sea cotidianamente traspasado por gentes que van a recordar a sus muertos –de hecho ya había alguna flor cuando llegó la comitiva- pero parece que está prohibido cuando, simplemente, quiere depositarse una corona y algunos nombres que recuerdan a quienes la ocupan desde hace tantos años. Obviamente, y como conclusión del acto los asistentes entraron respetuosamen-te y dejaron en ese recinto, que tanto preocupa a las autoridades, las flores y los nom-bres. Pau Alabajos interpretó “Fosses del silenci”. Tras ello se procedió a la lectura del manifiesto.
Las agrupaciones de “dolçainers i tabaleters” Estrela Roja de Benimaclet; Buf-Alí de la Malva-Rosa, la Societat Coral El Micalet de Valencia, Arrossejat de To-rrent y El Tudell de Valencia han acompañado musicalmente algunos de los diferentes momentos del breve pero intenso acto que, un año más, ha reivindicado la existencia de estas fosas. Y es que ni siquiera esto, el hecho de que se encuentren aquí las víctimas y la constancia de su número, es aceptado, en todas sus dimensiones, por un poder ciudadano que, año tras año, continúa obstaculizando y amenazando la organización del homenaje. Es, pues, más necesario que nunca el recuerdo, la expresión del reconocimiento hacia todos aquellos que murieron por el solo hecho de desear una sociedad más justa, la continua reivindicación que dignifique su memoria, con todas las consecuen-cias que de ello se deriven.
Estas fosas son la prueba de un genocidio, Y, a pesar de las prohibiciones, no quedan en el silencio, aunque se pretenden silenciadas. Estas fosas nos hablan de nosotros mismos y no se resignan a las miradas neutrales o indife-rentes. Allí permanece nuestro pasado más reciente, el cual sigue confrontándonos con las injusticias y contradicciones de este sistema nominalmente democrático pero liquidacionista de todo aquello que le molesta. De todo aquello que desvela su naturaleza última: autoritaria y sometida a los poderes de siempre.
Cuando los asistentes han pronunciado en voz alta nombres y apellidos de enterrados en las fosas, se ha evidenciado que estos nos continúan involucrando, apelando también a nuestra dignidad ciudadana, eso que el poder también quiere arrebatarnos. Un genocidio. Unas fosas. Un encuentro con el recuerdo de las víctimas. Parece que cada vez es más difícil algo tan natural y tan sencillo. Pero también que no lo tendrán fácil aquellos que quieren cerrar todas las puertas a la memoria. Porque la memoria es lo último que se puede perder.