Category Archives: sexisme

[Iniciativa Dàhlia | Mislata] Jornades Bordes

Data: 2, 3 i 4 de desembre de 2011
Lloc : Mislata (València)

Aquestes són unes jornades autogestionades,
invertides i desviades, obertes a tothom.

Jornades desviades i deconstructives
Un punt de trobada de la dissidència sexual, comboi de transgressores del gènere, deconstructores identitàries, curioses entre altres coses als nostres cossos, conciènciades o no al poder, ganes de compartir experiències i habilitats subversives antiheterofalopatriarcals.

Aquestes són unes jornades autogestionades obertes a tothom.

Aixina que si tens alguna proposta de taller, xerrada, actuació,… contacta’ns i mirarem d’incloure’t al programa i de que tinguis disponible tot el material necessari.

Volem crear un espai de debat i reflexió entre iguals. Menys ponència i més participació! Totes les persones som capaces d’enraonar sobre el nostre sexe/gènere/sexualitat.

Escriu-nos al correu electrònic oficial de les jornades: jornadesbordes@gmail.com

Així ens podrem fer una idea de quanta gent serem, i ho podrem organitzar millor.

www.jornadesbordes.blogspot.com

Iniciativa Dàhlia
c/Camí Vell de Xirivella, 23. Mislata.
Metro parada Nou d’octubre.
Bus 3,7, 29, 95
Darrere del museu d’història i el CAR (Centre d’acollida de refugiats)
En bici s’arriba molt bé des del vell llit del Túria.
Al costat del parc de Capçalera

[Textos] ¿Quién teme a los procesos colectivos? Apuntes críticos sobre la gestión de la violencia de género

“El título de este artículo ha quedado sesgado en la cabecera por problemas de espacio. Título original:¿Quién teme a los procesos colectivos?: Apuntes críticos sobre la gestión de la violencia de género en los movimientos sociales”

El discurso contra la violencia hacia las mujeres forma parte implícita y también explícitamente del discurso político general. La violencia machista es rechazada por el conjunto de la sociedad y todo el mundo parece reconocer que es un problema político de primer orden. Por supuesto, también los movimientos sociales recogen estos planteamientos y muestran abiertamente su propio discurso antisexista. Hasta aquí perfecto.

Os preguntaréis por qué estamos escribiendo este texto… Nosotras nos preguntamos por qué hay tantas agresiones dentro de los movimientos sociales y por qué tanta incapacidad para gestionarlas colectivamente. Nos preocupa el nivel de tolerancia que hay en los espacios políticos ante las agresiones y la naturalización/normalización de ciertas formas de violencia. Nos inquieta la incongruencia entre discurso y práctica y la falta absoluta de sensibilidad al respecto; lo que demuestra que es un tema de cuarta, si es que llega a considerarse como tema. Nos enfurece que dentro de los movimientos sociales actuemos como si nos hubiésemos creído lo de que las cuestiones que plantea el feminismo ya fueron asumidas por tod*s y por tanto, ya están superadas y son repetitivas e innecesarias. Y ello a pesar de que reivindicaciones básicas de hace más de un cuarto de siglo siguen aún en el tintero, y cuando las mujeres de todo el mundo sufrimos distintos tipos de discriminación que coartan la libertad de expresión, de pensamiento, la libertad sexual y de movimiento. No solo eso, hay un retroceso en las prácticas colectivas y en el discurso respecto a un pasado no tan lejano en Barcelona, hecho sintomático de que apenas quedan grupos feministas, lo que demuestra que, una vez más, eran solo las mujeres las que se ocupaban de la violencia. Este retroceso en las prácticas colectiva no es un problema de los 4 babosos de turno, hablamos de un problema estructural y de una cuestión de responsabilidad colectiva.

Sin embargo, existe una gran dificultad para identificar las múltiples caras de la violencia contra las mujeres, así como para detectar los casos que pueden ser incluidos bajo ese nombre; este es un magnífico mecanismo para nadar y guardar la ropa, del tipo “la violencia está muy mal, pero esto
justamente no es violencia”. La violencia estructural contra las mujeres no es un concepto abstracto propio de los libros, ni una cosa de la vida de los otros, ajeno a nuestro micromundo en los movimientos sociales. La violencia estructural no son los cuatro abusos concretos en boca de todo el mundo, ni la suma infinita de agresiones que cada una puede constatar haber sufrido. Tampoco son aquellas acciones perpetradas por monstruos que vejan y apuñalan. El iceberg no sólo es punta.

Estamos hablando de pautas generalizadas de dominación que atraviesan la experiencia de ser mujer y todas las esferas de la cotidianidad: las relaciones personales, la percepción y el uso del espacio público, el trabajo, la autoridad reconocida, la percepción de los propios derechos o la ausencia de ellos, la relación con el propio cuerpo y la sexualidad, y así un largo etcétera. La violencia estructural es un mecanismo de control sobre las mujeres, pero no solo como forma extrema, amenaza de castigo omnipresente que necesita ser provocada o desencadenada, sino que es una forma de relación normalizada y naturalizada y que por lo tanto puede ser ejercida sin necesidad de justificación.

Pero no estamos haciendo una disertación teórica, hablemos de casos concretos. En el último año han habido numerosas agresiones físicas y sexuales hacia mujeres dentro de los movimientos sociales, y una reciente la ha sufrido una mujer de nuestro colectivo: una violación en su propia casa dentro del contexto político de Barcelona, por un habitante de la misma, que es uno entre tantos. Dicho sujeto se pasea tranquilo durante semanas, ajeno a cualquier movimiento que se pudiera estar cociendo por parte de ella, pues –angelito- ni siquiera era consciente de haber hecho nada malo… Pero se equivocaba. Ella quiso hacerlo público y plantearlo en un gran colectivo, con él presente, proponiendo su marcha inmediata. No solo porque lo ocurrido es una agresión hacia ella, sino porque es una cuestión política y colectiva de primer orden. Y este colectivo toma la decisión de que dicho sujeto ha de irse de la casa por una cuestión colectiva y política. Nosotras valoramos positivamente una cosa, y es que hace mucho, mucho tiempo que no veíamos reaccionar así a una mujer, ni a un colectivo, teniendo en cuenta las dificultades que encontramos para gestionar grupalmente estas situaciones. En un inicio, nos sentimos muy satisfechas de que esta agresión no hubiera sido silenciada como tantas otras y obtuviera una respuesta. En este sentido, este caso es una excepción. Sin embargo, a partir de aquí sucedieron muchas cosas, cambios de discurso, de posiciones y decisiones. Con el paso del tiempo, lo que en un inicio fue considerado político terminó relegado al terreno de los conflictos personales. Siete meses después, se tomó la decisión de que el sujeto regresara a los espacios públicos de la casa. Más allá de esta cuestionable decisión, lo que nos parece grave es el proceso por el cual se llega a este resultado, en definitiva semejante a tantos otros.

Que los grupos (aunque una minoría) traten de buscar una respuesta ante los casos de violencia que se producen en su seno supone un paso hacia delante en la reflexión, la gestión colectiva y la erradicación de la violencia. Pero notamos que en líneas generales, y a causa de la falta de profundidad y sensibilidad a la que nos referíamos, las respuestas que suelen darse desde
colectivos mixtos a nuestro entender son de mínimos, y a menudos sufren de algunos problemas de base que desvirtúan el proceso. Hablaremos aquí de tres de ellos que nos parecen particularmente graves:

· El primero, más recurrente y más influenciado por el trato mainstream de la materia, es el darle a los casos de violencia contra las mujeres un trato de problema privado y personal, a ser resuelto entre dos. Cuando lo que es denunciado como agresión se afronta como una cuestión personal donde intervienen emociones, o se lee como un asunto turbio donde no hay una verdad, sino dos experiencias muy distintas de una misma situación confusa, etc., entonces, perdemos la posibilidad de hacer política, que es al fin de lo que se trata cuando hablamos de violencia machista.

Hay incluso formas de trasladar el asunto a un plano personal dentro de una gestión colectiva. Por ejemplo, cuando se plantea cualquier trabajo del colectivo como hecho por y para la “víctima”, en vez de una tarea que el colectivo necesita para sí; cuando la intervención del grupo se plantea
como una forma de mediación entre las “partes afectadas”; o cuando se define el problema como un asunto particular del colectivo a ser resuelto de puertas adentro, o lo que es lo mismo, la versión numerosa de los trapos sucios se lavan en casa. Es decir, colectivizar no es condición suficiente para hacer política.

Cuando tomamos decisiones o posicionamientos políticos, siempre está la posibilidad de recibir críticas y entrar en discusiones. De hecho son muchos los debates que siguen abiertos dentro de los movimientos sociales en Barcelona. Pero resulta que ante las situaciones de gestión colectiva de violencia contra mujeres, se levantan murallas contra las opiniones, críticas y planteamientos externos; se intenta mantener a toda costa fuera del debate colectivo. ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué tanto miedo al debate? ¿No será fobia enfermiza a las feministas? ¿O es que ni siquiera le estamos dando la categoría de asunto político?

· El segundo problema de la gestión de los colectivos no feministas de casos de violencia contra las mujeres consiste en trabajar a partir del engañoso esquema víctima-agresor, propio de la crónica de sucesos. De acuerdo con éste, hay un agresor, que es el hombre malo, el monstruo, la excepción; y una víctima, la que necesita auxilio. Cuando el que tiene que ocupar el primer papel es un colega o compañero, tenemos muchos problemas para “colgarle la etiqueta”, y miedo a “demonizarlo”, porque además este esquema se plantea como un juicio integral sobre la persona. Pero, llamemos a las cosas por su nombre: agresión es lo que describe el hecho, agresor es el que la comete. Hacer esto no debería ser un obstáculo insalvable ni tampoco una opción reduccionista que niegue otras facetas que pueda tener una persona. Por eso, es mucho peor andarnos con eufemismos y relativismos.

Por el miedo a llamar a las cosas por su nombre pretendemos encontrar “otras explicaciones” o incluso justificaciones, del tipo “estaba borracho/drogado”, “ella se estaba insinuando, o se lo estaba buscando”, y también a cuestionar el grado de responsabilidad del agresor sobre sus actos, y así un largo etcétera. Como consecuencia de la inoperancia del esquema, solemos perdernos en juicios pormenorizados de los sucesos, como si ahí residiera la solución. Se traslada la discusión a factores externos o a detalles morbosos de los hechos en vez de abordarlo desde la comprensión de lo estructural de la violencia contra las mujeres y la necesidad de conservar una tensión y
atención constantes para no reproducirla. Si no, ¿por qué cuando el caso concreto nos toca de cerca, los principios que en otras circunstancias serían incuestionables se desvanecen?

El segundo papel dentro de este esquema se le atribuye a la mujer agredida, con lo que se la sitúa en una posición de incapacidad: todo lo que diga o haga la “víctima” será leído en clave de reacción emocional, nerviosismo, impulsividad e indefensión. Las actitudes paternalistas y proteccionistas hacia la que ocupa el rol de víctima obstaculizan su participación en plano de igualdad en el proceso colectivo.

Entonces, reconocer la estructuralidad de la violencia machista es crear las condiciones necesarias para evitarla, y en último lugar responsabilizarnos cuando sucede en nuestro entorno. Pero a menudo esto no se da porque asumir esa responsabilidad es abrirle la puerta a la posibilidad de reconocernos en los zapatos del agresor, lo que da pie a lamentables estrategias de corporativismo masculino, en el que los compañeros guardan silencio por miedo a que sus cabezas rueden junto a la del que está siendo señalado abiertamente en ese momento.

· Por último, en la práctica de la gestión colectiva de agresiones contra mujeres encontramos una jerarquización de intereses tácita, y en consecuencia una subordinación de todo lo referente a nosotras. Cuando lo que se prioriza por encima de todo es el consenso, en un grupo donde más de la mitad no tienen siquiera una reflexión propia previa y cuyo discurso pasa por simplificaciones precocinadas propias de cualquier telediario, y además estas opiniones se ponen a la misma altura que discursos fundamentados y sensibilidades desarrolladas a partir de un trabajo previo, entonces, nos dejamos arrastrar por la tiranía de lo mediocre, que conseguirá desvirtuar los argumentos y rebajar el discurso a un nivel de mínimos. Encadenar palabras grandilocuentes no significa articular un pensamiento elaborado.

El consenso aquí expuesto cumple dos funciones: mantener cierta cohesión en el grupo y dar una ilusión de legitimidad a las decisiones. Ante el riesgo de conflicto se agudizan los roles de género preestablecidos, que para las mujeres significa cumplir el papel de mediar, pacificar, comprender.
Paradójicamente nos encontramos con que otras mujeres actúan priorizando la unidad del colectivo y el consenso mediocre, como si la agresión a una de nosotras no fuera en realidad problema de todas. Esto es a su vez pone de manifiesto lo arraigadas que están las formas heteronormativas en nuestro hacer: la definición de lo que es público y político se hace de acuerdo con los cánones del universal masculino, y así las mujeres asumimos discursos construidos en esa clave y puestos en el centro bajo esa lógica y dejamos de politizar cuestiones que nos afectan por no aburrir o dar la nota, perpetuando la necesidad de aprobación de la mirada masculina y las formas de relación entre sexos. Otra vez nos vendieron la moto y nos dedicamos a cooperar para que nada cambie.

Como vienen diciendo las feministas desde hace décadas, es necesario hacer políticas las cuestiones que nos afectan a las mujeres, y no solo de palabra ni como coletilla. Si apostamos por los colectivos mixtos, coloquemos dichas cuestiones en el centro dándoles la importancia que tienen.
Siguiendo con lo anterior, los colectivos que asumen gestionar una situación de violencia de género han de hacer público su posicionamiento y permitir el debate para que sirva de precedente y que así se produzca una acumulación de experiencias (no partir siempre de cero). De lo contrario, estamos privatizando, restando trascendencia y practicando seudo política de auto consumo.

En definitiva, ¿qué vamos a hacer al respecto de todo lo expuesto? Lo peor del sexismo se reproduce en los movimientos sociales, pero no estamos asumiendo las responsabilidades colectivas para hacer una gestión adecuada de la violencia de género. Es evidente, pues, la necesidad de colectivos feministas así como de recoger el trabajo y las aportaciones que estos grupos vienen haciendo.

LasAfines
Aportaciones y comentarios a: lasafines@hotmail.com
Texto publicado en el blog mambo.pimienta.org, 2007

[Antisexisme] ¿Por qué hablamos de sexismo en los espacios liberados?

Tercer artículo del dosier “Tijeras para todas”. porque para construir una alternativa a este sistema, el primer paso es cambiar nosotras mismas.

[Text Original del dosier en Català]

Per què parlem de sexisme als espais alliberats?

– Perquè vivim a una societat capitalista i patriarcal, basada en l’imperi del mascle sobre la dona, i hem estat educad.s en base a aquets valors. I perquè per a construir una alternativa a aquest sistema, el primer pas es canviar nosaltres mateix.s: la nostra concepció de la vida, les relacions, la sexualitat…La dificultat no está en teoritzar sobre el canvi, sinó en portar-ho a la pràctica. I aixó és precisament el que més costa.

– Perquè malgrat que som tots i totes les que combatim el capital, el feixisme i el sexisme (toma ya), encara hi ha alguns que compten més que algunes. Potser per costum, veterania o simple to de veu, a determinats llocs, assemblees, kafetes…s’escolta i es dóna més credibilitat a la veu d’aquests.

– Perquè no només volem alliberar espais, sinó també ments i actituds. I a les festes dels centres socials encara hi ha personal que s’allibera babosejant a les (no a els) de la barra per pur disfrute, o pitjor encara, perquè creu que és així com es lliga.

– Perquè no som les novies ni les companyes de, sinó que tenim prou entitat i personalitat per nosaltres mateixes. Però, al nostre alternatiu ambient, encara es parla de fulano com “aquell que és insubmís i está a tal col.lectiu” mentre s’oblida que fulana, a més de ser la seva parella, és tan insubmissa com ell però potser fa menys soroll.

– Perquè encara hi ha gent que creu que ser fort. Significa anar de dur. I s’avergonyeix de mostrar debilitat en públic o menysprea a l.s que ho fan. I prou repressió tenim a sobre com per reprimirnos les llàgrimes o la tristessa perque hi hagi qui no les considera revolucionàries.

– Perquè nosaltres mateix.s , que en teoria tractem de trencar amb els tòpics i rols establerts de família, parella, relacions…seguim reproduint en ocasions el mateix repartiment de rols, la incomunicació i la incompreensió entre homes i dones.

– Perquè a tot.s se’ns omple la boca de sexe segur, però encara es tristament cert que, en molts casos (parelles estables, obertes, esporàdiques, trios, nits boges i demés), aquesta responsabilitat bàsica està lluny de ser compartida per totes i tots, i la iniciativa continuem assumint-la les que podem quedar prenyades.

– Perquè mentre a fora la societat avança cap a una major repressió de la sexualitat de l.s nen.s i ens vén que les dones ens hem alliberat perqué ja podem ser militars i agressores enlloc d’agredides; mentre continúa la desigualtat de sexes, l’homofòbia i, en definitiva, la perpetuació de rols sexistes; mentre seguim patint el sexisme fins i tot als espais alliberats, encara hi ha qui no veu l’antisexisme com una lluita col.lectiva, necesària i urgent. O no entén perquè algunes dones escollim trencar amb aixó obrint espais de debat, d’acció, de festa…per a nosaltres soles. Serà perquè tenim més urgència?

Aquest text vol recullir les impressions, debats i discussions que moltes de nosaltres mantenim diàriament sobre el sexisme entre la penya i creiem que reflecteix prou bé la nostra realitat. No es tracta de fer crítiques destructives, sinó de trencar amb el que ens imposen amb una mica d’autocrítica sincera i rient-nos de nosaltres mateix.s.

Salut i antisexisme!

Text escrit per LES TENSES, col.lectiu feminista del c.s.o. L’Hamsa, publicat al Infousurpa, 1998.

[Orihuela] Una inmigrante inculpa a un policía de abusar de ella en una comisaría

El funcionario de Orihuela ha sido suspendio después de que una agente animara a la presunta víctima a denunciarlo

Una joven marroquí ha interpuesto una denuncia contra un Policía Nacional por presunto abuso sexual mientras se encontraba detenida en la Comisaría de Orihuela.
Los hechos se remontan al pasado 28 de mayo cuando Noura Benrabah, de 25 años, se hallaba a la espera de pasar a disposición judicial para que se efectuara la orden de expulsión de España que pesaba contra ella.
Dos días más tarde, en su denuncia ante los funcionarios, Noura aseguró que sufrió abusos sexuales como tocamientos, besos y agarrones por parte de un policía que se acercó hasta su celda para preguntarle por qué estaba retenida.
El funcionario repitió su visita una hora más tarde, según la denunciante. El agente le dijo entonces que podía «quitar la hoja de procedimiento, con lo cual evitaría que la expulsen». Mientras ambos permanecían en la celda, el agente, de quien aporta la descripción física, le dio «besos en el cuello, a la vez que la agarró y se aproxima a ella», añadió.
Siempre según la denunciante, el policía la trasladó después a un pasillo cercano a los calabozos, donde el agente le dijo que iba a llamar a una amiga «que habla árabe» desde su teléfono, para que ésta indicara a la detenida «lo que tiene que hacer».
Noura accedió y escuchó una voz femenina que la denunciante relacionó con el acento de Marruecos. La mujer le dijo que el policía «puede hacer cosas con las chicas y consigue que se libren de los problemas».
En su declaración, la marroquí aseguró que vio en el teléfono el nombre de Leila y, que al concluir la conversación, el funcionario policial le pidió su número de teléfono. Ella accedió «pensando en que podía entregarle dinero a cambio de sus favores». Pero acto seguido fueron a los aseos y allí el policía, según declara, le levantó la prenda superior, le besó los pechos y le tocó los genitales, según el escrito de denuncia.
Los hechos, relata, se repitieron al día siguiente. Fue entonces cuando una mujer policía accedió al pasillo de los calabozos y preguntó a su compañero «¿Qué estás haciendo ahí?». Fue ella la que, durante el traslado a los juzgados, preguntó qué había sucedido en los calabozos. Cuando la marroquí le dio su versión, la agente le indicó que debería denunciar los hechos, lo que finalmente hizo ante los policías que la custodiaban.

Las provincias

[Madrid] Jornada Antisexista 20 Junio CSO Escuela Taller



Domingo 20 de Junio, en el CSO ‘Escuela Taller’ (Pza Santa María de Ortigueira. Renfe: San José de Valderas, Alcorcón)

* 14:00: Comedor popular 3€
* 16:30: Proyección documental
* 18:30: Taller de defensa
* 19:30: Charla a cargo del colectivo Panteras

http://asambleafeministapanteras.blogspot.com/

[Alemanya] Anarquismo y condones para la Bundesliga

El St Pauli, el equipo antifascista por excelencia, regresa a la Bundesliga. Ha firmado un acuerdo de patrocinio con una tienda de productos eróticos. Su presidente es gay y tiene más socias que ningún otro club

XEGA – El ascenso del St Pauli a la Bundesliga trae de nuevo al máximo nivel al club más peculiar del mundo: antifascista en sus estatutos, tiene 11 millones de seguidores en Alemania, su presidente es abiertamente gay y, ahora, se presenta en la Bundesliga con una tienda erótica como patrocinador.

Deniz Naki, ídolo de la afición, celebra el ascenso.

No hay un club que despierte más pasiones dentro y fuera de Alemania. El St Pauli, el club del barrio portuario de Sankt Pauli en Hamburgo, se convirtió en un icono en los 80 al ser el primer club del mundo que se hacía antifascista, antisexista y antirracista incluyendo cláusulas en sus estatutos. La bandera pirata es su logo oficioso, y representa la oposición el establishment capitalista. Es un icono mundial de la izquierda y el fútbol. Además, es el club con mayor número de socias. Su poder es grande: su presión hizo que el club retirase los anuncios de una revista masculina del estadio, al considerar que denigraba a las mujeres.

En Tercera su estadio promediaba 15.000 espectadores cuando la media de la división era de 200

Su esencia es absolutamente rompedora en el fútbol mundial. “Es el equipo de la clase trabajadora”, declaraba Butje Rosenfeld, ex jugador del club y ahora periodista en un reportaje en ‘Transworld Sport’. Sankt Pauli se llenó de inmigrantes a finales de los 60 y ahora, este colectivo y el de estudiantes colma un barrio donde el movimiento okupa tiene una presencia palpable. Además, el club es seguido masivamente por grupos musicales alternativos de todo el mundo, desde Bad Religion a Asian Dub Foundation o Turbonegro, que le dedicó una canción.

 'Ama al St Pauli, odia el racismo'.

Su presidente, Corny Littman, es director de teatro y abiertamente homosexual. Ser mandamás del club exige pedigrí: en los 70, el estadio cambió su denominación por Wilhelm Koch, ex presidente del club. Cuando se descubrió que había pertenecido al Partido Nazi, el campo volvió a llamarse Millerntor, denominación que mantiene.

El nuevo ídolo de la afición es Deniz Naki (en la foto), alemán de padres turcos que ha llevado su identificación con el St Pauli al extremo. El pasado mes de noviembre, en casa del archirrival Hansa Rostock (el equipo de una ciudad con un alto porcentaje de votos de la ultraderecha), Naki celebró un gol yéndose al fondo de los ultras locales y haciendo la señal de que les iba a cortar el cuello. Al terminar el partido, clavó una bandera del St Pauli en el césped.

Su increíble legión de hinchas (se estima que, sólo en Alemania, tiene 11 millones de simpatizantes, y colecciona más de 500 clubes de fans en todo el mundo; cuando jugaba en Tercera su estadio promediaba 15.000 espectadores cuando la media de la división era de 200) ha atraído a multitud de patrocinadores. La marcas de coches Dacia sacó una edición especial St Pauli de su modelo Duster y Nike fabricó dos ediciones especiales de sus Dunk.

Su nuevo patrocinador, una empresa erótica, ha fabricado 20.000 condones con el logo del club