Meses se han tirado los sindicatos del poder, CCOO y UGT, negociando con la CEOE y CEPYME y con la carabina del Gobierno Zapatero vigilando que todo fuese por “el buen camino”
Así, de vez en cuando, salía a la palestra el Presidente del Gobierno diciendo que “el diálogo social” iba bien y que pronto firmarían la reforma laboral los agentes sociales. Finalmente eligieron lavarse la cara y que fuese el Gobierno el que respaldase en solitario la Reforma Laboral de los despidos baratos; “en contra” de lo manifestado durante meses: “no pondremos en marcha ninguna medida en laboral que no cuente con el respaldo de los sindicatos”.
El 18 de junio entró en vigor y posteriormente se ha pasado por el Parlamento de donde saldrá el 9 de septiembre con más recortes aún. y anunciando el próximo pensionazo (subir de los 15 actuales a 20 años para calcular la pensión y jubilación a los 67). Los sindicatos del poder anunciaron que convocarían Huelga General contra la imposición de la reforma laboral en junio, pero finalmente ni eso, atrasaron la protesta para el 29 de septiembre. Un paripé que a nada les compromete.
¿A partir del día 30 de septiembre qué? Desde Solidaridad Obrera vemos muy peligroso este lavado de cara de los sindicatos del poder para los trabajadores. Si CCOO y UGT salen legitimados de esta huelga, los acuerdos que nos esperan puede ser incluso peores a los planes anunciados. Lo que es discutible es la posición adoptada por los sindicatos alternativos y combativos (CGT, CNT, Coordinadoras, Intersindicales, etc.) de apoyar ciegamente la convocatoria paripé de CCOO y UGT; en vez de unirse y convocar juntos huelga general en fecha distinta.
En Solidaridad Obrera estamos por luchar contra la retrógrada reforma laboral, contra el plan de ajuste y demás agresiones y ello sólo se hace con la continuidad de la Huelga General hasta echar abajo las agresiones antiobreras del Gobierno, la Patronal y sindicatos del poder. Por ello hemos decidido no convocar como organización este 29-S y dar libertad de actuación a todos los afiliados y afiliadas, dicho día. Continuaremos trabajando por la necesaria Huelga General en unidad con todas las organizaciones anarcosindicales, combativas y de base, pero que no cuenten con nosotros para paripés y lavados de cara.
LA ENÉSIMA REFORMA LABORAL
La crisis actual ha provocado un constante incremento de la tasa de paro, que se suma a la precariedad estructural de las relaciones laborales en nuestro país (expresada principalmente en la altísima contratación temporal). Ambos fenómenos forman parte de un determinado modelo productivo, basado en los bajos salarios y alta productividad, que afortunadamente ha comenzado a cuestionarse.
Sin embargo, los vientos más fuertes soplan en la dirección de una nueva reforma laboral; un discurso poco novedoso pero que a fuerza de repetirse va calando en la llamada opinión pública.
Desde la vieja ley de relaciones laborales (1976), cuyo artículo 14 establece por primera vez el principio de empleo indefinido, hasta el reciente real decreto ley (RDL 10/2010) de reforma del mercado de trabajo, no han sido pocos los intentos que han realizado los sucesivos gobiernos por atajar el perenne problema del empleo en nuestro país.
Sin ánimo de ser cansinos, podemos recordar los principales hitos de tal esfuerzo desregulador de los derechos del trabajo:
.- Hasta el año 1984, ya gobernando el inefable Felipe González (PSOE), se aprobaron hasta 12 decretos regulando la contratación temporal, lo que favoreció una pauta de temporalidad en los márgenes del mercado laboral.
– La ley 32/1984 de reforma del Estatuto de los Trabajadores, sancionó oficialmente esta tendencia e introdujo una notable ampliación de los contratos temporales, rompiendo definitivamente con el principio de causalidad (que un contrato temporal responda a una tarea temporal).
Esta reforma formaba parte, con algunos matices, del Acuerdo Económico y Social (AES), firmado por la CEOE y UGT y supuso el paso de un periodo de ambigüedad legislativo, en el que el PSOE se había limitado a prorrogar los decretos citados, a otro decididamente dirigido a la desregulación del mercado laboral.
– En 1988, tras el fracasado plan de empleo juvenil (gracias a la Huelga General del 14 de diciembre), que profundizaba la vía de flexibilización y precarización del empleo abierta con la reforma de 1984, la tasa de paro era la misma que en 1984 y la tasa de temporalidad sobrepasaba el 20 %.
– La firma del tratado de Maastrich en 1992 con su consecuente “ajuste de convergencia” con Europa, ley 18/1993 de reforma laboral; llegamos a la ley 63/1997, conocida como Acuerdo Interconfederal de Estabilidad y Empleo (suscrito por CEOE, UGT y CC.OO, las dos últimas con nuevas ejecutivas más “dialogantes”, con Cándido Méndez y Antonio Gutiérrez a la cabeza de sus respectivas sindicales).
Si en las reformas del 84 y el 94 se flexibilizaba a los nuevos trabajadores con una contratación precaria, en ésta se trataba de flexibilizar a los trabajadores estables.
.- Tras una década, la de 1997-2007, de crecimiento del PIB por encima del 3 % anual, la tasa de paro apenas bajó del 10 % y la tasa de temporalidad se mantuvo sobre el 30 %.
.- A fines de 2009, la tasa de paro en España era del 18 % y la tasa de temporalidad del 25,8 %, cuando la media europea estaba en 9,9 % y 14,4 %, respectivamente.
No está claro cuales fueron las ventajas económicas de la desregulación laboral, pero sí podemos ver que el principal objetivo de las reformas no se cumplió: la tasa de desempleo en 1997 era ligeramente superior a la de 1984 y casi la mitad de la tasa de 2010; en tanto que la tasa de temporalidad sólo ha decrecido hasta el 25 % como consecuencia de la destrucción masiva de empleo.
Todas estas reformas, junto a factores como la estructura productiva, cultura empresarial, coyuntura económica, etc., han convertido al mercado de trabajo español en un caso extremo de segmentación por tipo de contrato, desempleo masivo en tiempos de crisis, bajos salarios y deterioro de las condiciones de empleo.
Examinar el pasado reciente y los procesos que nos han llevado hasta aquí, es una tarea necesaria para no repetir fórmulas cuyos resultados han sido nefastos. Máxime cuando los que las adoptaron, así como los que las apoyaron, no sólo no han realizado el más mínimo intento de autocrítica (mucho menos de expiación), sino que siguen defendiendo desde todos los medios a su alcance (que son muchos) su aplicación sistemática; fruto de esta contumaz persistencia en el error es la enésima reforma laboral que nos presenta un gobierno como la “solución final” que va a acabar con todos los problemas de la economía española. Mentira que sólo encierra mayor explotación y más beneficios para la Patronal.
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