Soy un periodista que trabaja en el diario Público. Por motivos que me parecen obvios, prefiero no firmar con mi nombre este escrito. Aunque muchas de las personas que trabajamos en Público estamos más preocupadas por afrontar una combinación de presión laboral y bajos sueldos, de vez en cuando dedicamos una parte de nuestro tiempo a reflexionar y a discutir sobre el medio al que servimos. Me contento ahora con expresar de manera rápida mi visión de lo que es Público visión que comparto con varios de mis compañeros.
Público nació hace dos años y medio como un proyecto vinculado con determinados círculos próximos al presidente Zapatero. En septiembre de 2007, el momento en que el diario salió, se encontró en una situación difícil, toda vez que Zapatero había medio recompuesto su relación con El País y el grupo PRISA. Esa es la razón principal que explica por qué Público se vio obligado a asumir un cierto distanciamiento ideológico con respecto a lo que PRISA y el PSOE suponían. Ese distanciamiento implicó, de forma casi inevitable, una línea política situada más hacia la izquierda, traducida en el hecho de que Público acabó por atraer a lectores que inicialmente no estaban en su proyecto.
Hay que subrayar, sin embargo, que ninguno de los tres directores que ha tenido el periódico es un hombre de izquierdas. Ignacio Escolar fue el que más que se acercó a esta definición, tal vez porque, al proceder del mundo de Internet, se alejaba saludablemente de muchos de los hábitos nefastos de nuestra profesión periodística. Los dos directores que le han seguido son, en el mejor de los casos, vagamente ’progresistas’.
Lo que acabo de decir es importante porque en Público se ha repetido un fenómeno que no es nuevo. Me refiero a un medio de comunicación que, por razones más o menos casuales, asume una línea ideológica que es gestionada por personas que no creen en ella. En el caso del periódico para el que trabajo, las consecuencias han sido varias. Si, en primer lugar, Público no tiene ningún problema para darle carrete al PSOE (basta con acatar las demandas y presiones que llegan de Ferraz, algo que el diario hace todos los días) y, en segundo, tampoco debe esforzarse mucho para abrirle un poco de espacio a IU (en este caso con una visible vocación de escarbar en sus heridas internas), todo lo que está a la izquierda de IU, incluidos los movimientos nacionalistas de la periferia, le suena por completo a chino.
No sólo eso. Cuando en la redacción se expresa alguna sugerencia en el sentido de romper el círculo vicioso que acabo de retratar, inmediatamente es rechazada, creo yo que no tanto por censura como por incapacidad para entender quiénes son muchos de los lectores del diario. Ningún ejemplo mejor que el de la información económico-laboral, que ignora sistemáticamente que muchos de los lectores del periódico están que trinan con las cúpulas de CCOO y UGT y echan de manos una información que, junto a la que incluye Público, abra horizontes de crítica a los sindicatos mayoritarios. La dirección del periódico está por completo incapacitada, sin embargo, para darse cuenta de esto. También lo está para tomar nota de que muchos de los lectores prefieren guardar las distancias en relación con la fácil idealización del juez Garzón que se manifiesta constantemente en las páginas del diario.
Por otra parte, Público está cada vez más copado por los periodistas. La consecuencia principal es que una información general que casi siempre es muy poco comprometida y crítica se ve completada por las columnas que escriben los profesionales que trabajan en el diario y que al parecer creen que saben de todo. El mismo columnista escribe en Nacional, en Internacional, en Cultura y, si es necesario, en Deportes. En Público se ha reproducido el esquema nefasto de las tertulias televisivas y radiofónicas, en detrimento de la presencia, que en el pasado fue más fuerte, de especialistas de prestigio.
Antes de que alguien me señale que, a pesar de todos estos males, el periódico ha visto cómo sus ventas seguían subiendo, responderé que ello es así ante todo por la calidad de las promociones de viernes, sábado y domingo, que compensa con creces el deterioro del periódico en sí (cada vez se tarda menos en leerlo). Habida cuenta de la pérdida dramática de calidad y del camino ideológico que ha decidido seguir El País, es muy significativo que Público no le esté arañando todos los días lectores al diario del grupo PRISA.
Voy acabando. Lo que en último término me ha incitado a escribir estas líneas es una conversación tensa que escuché hace unos días en la redacción del periódico. Uno de los jefazos (o un jefecillo, porque a ciencia cierta ya no sé dónde está) se quejaba de que nadie le había informado de que Carlos Taibo había dejado de formar parte del Consejo Editorial de Público. También para mí fue la primera noticia de algo que parece haberse mantenido oculto, tal vez para evitar un nuevo escándalo como el que provocó el caso Reig. Me limito a señalar que el mismo periódico que mantiene varias veces por semana en sus páginas la escoria de Ernesto Ekaizer y que acaba de fichar como estrella dominical a Luis García Montero (un baboso integral que se mueve con soltura, a mitad de camino entre el PSOE e IU, por los circuitos del poder y no es capaz de hacer una ’o’ con un canuto a la hora de entrar en terrenos que no son los suyos) se permite prescindir de alguien que representaba una de las ya escasísimas huellas de pensamiento crítico en un diario para el que, por utilizar la expresión de un viejo artículo de Taibo, “la izquierda de la izquierda” no existe. Yo le pido perdón a Taibo en nombre de algunos periodistas de Público que lo apreciamos en lo que vale y auguro malos tiempos en el futuro del periódico.
Abril de 2010