Nosotros, es decir cualquiera. Nosotros que habitamos a la sombra del espectáculo, nosotros, las clases populares y trabajadoras, nosotros, los que andamos movilizados a toda velocidad en una “guerra económica interminable” que no nos reporta más que migajas, miseria, crisis…, y Miedo, o de otra manera: ilusión de seguridad. Ilusión de seguridad reforzada en cada prime time con los desastres y amenazas que nos llegan de todas partes. ¡Qué casualidad que sea ahora cuando una nueva superamenaza de ataques terroristas debe sumir en el Terror a las grandes ciudades europeas, -legitimando así la aparición en las calles de patrullas militares-! Pero el desastre está ya aquí partiendo nuestra vida por la mitad. Porque nosotros somos ya vidas precarias. Vidas precarias que sueñan la insurrección. La insurrección contra el orden que gobierna este mundo y que como ya ocurrió con otros más poderosos y carniceros, caerá.
Por eso el Miedo se levanta estas semanas de su lado, del lado de Ellos. Y es innombrable el número de esbirros que se niegan a entender que entre el 25/S y el 29/S emergió en la ciudad de Barcelona un aire nuevo, un aire nuevo que es una pérdida irremediable para el poder. Pues el Miedo ha cambiado de bando.
Agua y fuego. Las furgonas de la policía corrían desperdigadas arriba y abajo por las grandes avenidas de Barcelona sin saber muy bien qué hacer, y pasaban entre la gente, que como el agua no oponía resistencia. Al momento los grupos se unían bajo nombres en código siempre cambiantes, levantaban barricadas y prendían fuego. El fuego guiaba a la gente que reconocía en él señales de humo, las señales de humo de los amigos. Fuego y barricadas. Agua y fuego. Los aplausos ante los ataques a la policía, los gritos que coreaban las andanadas de piedras, es algo que nunca olvidaremos.
Por primera vez desde hacía décadas una situación preinsurreccional se desataba en el centro de Barcelona. A las ocho y media de la tarde, después de un día entero de disturbios, la Vía Layetana, la Plaza Catalunya y los alrededores estaban llenos de gente que no se iba a casa. El fuego había dejado de dar miedo, ya que nos habíamos convertido en agua. Una muchedumbre que no se dedicaba a consumir ni a pasear sino a estar presente. La presencia de un nosotros cualquiera que perdió el miedo una tarde, y que quiere más. Mucho más.
A algunos nos sorprende y nos parece una broma la atención que los Media están dando a lo que podríamos llamar, apelando al César guerrero, las primeras líneas, es decir, los veteranos en estas lides. Y nos hace gracia porque ese día, el 29/S, fuimos miles los que aprendimos. La próxima vez miles podremos estar en primera línea cuando las heridas o el cansancio asalten a los veteranos. Recuerdo, en una de aquellas callejuelas, como una abuela nos animaba desde su balcón con el puño en alto antes de lanzarnos un martillo para fabricar proyectiles. Y es que Nosotros somos cualquiera. ¿Hace falta recordar que la policía como ejército de ocupación solamente es útil cuando la pacificación todavía mantiene el miedo de su lado? Nosotros somos cualquiera y ahora el Miedo ha cambiado de bando. Sin embargo el miedo no se pierde por la boca, sino con la práctica, pero es precisamente sólo eso, una práctica.
Se abren con el día mundos nuevos que apenas vislumbramos. El viejo mundo se hunde, se hunde intentando destruir a su propia población, dividiéndonos, llamando al coco que va vestido de negro, si es que no tiene la piel oscura. Nosotros, es decir, cualquiera, ya no se lo cree. Es hora de bajar a la calle, de unirse a los Comités que están apareciendo por todas partes, en todos los barrios y ciudades, y reorganizar la vida desde abajo, técnica y espacialmente, sin pedir permiso, sin aparentar que tenemos un Miedo que ya no es nuestro. Volver a tejer nuestras viejas redes de solidaridad, organizar nuestra comunicación y nuestra defensa. Y preparar el próximo día en que nos encontraremos en las calles.
Esto es un escrito de cualquiera, por lo tanto no existe ninguna estúpida vanguardia que vaya a tomar las armas en nombre de no se sabe qué ideas. Las armas las tienen Ellos. Si acaso se trata de desarmarlos, y de que nadie vaya por delante de la situación. La situación está dada, el programa de gobierno desde hace décadas es destruir las condiciones de vida de las clases populares y trabajadoras. ¿Para qué? Para mantener el nivel de beneficios de las empresas y que algunos vivan en grandes mansiones con vistas privilegiadas sobre la ciudad. Pero nosotros ya hemos quemado los clichés de kodak que eran las minúsculas ventanas de nuestros reducidos apartamentos y hemos salido a la calle.
Ahora es nuestro tiempo, ahora que ya sabemos que la ausencia de horizonte, que es la repetición de la miseria, cae por el fuego, y el agua. Ahora es el tiempo de un nuevo concepto de libertad, jovial, común, combativa y solidaria. Libertad ya no es poder elegir, ahora es elegir poder. La ciudad es nuestra, no la hemos construido ni tú ni yo, sino Nosotros. Cualquiera. Llega el tiempo de recuperarla. Fuego. Y agua.
—- Vida precaria insurrecta.