Traducido al castellano por Manu García
Artículo escrito para el periódico anarquista chino “Apoyo Mutuo”. Reproducido en “Black Flag” vol. 2, nº 1, junio de 1971. Traducido al castellano por Manu García.
En el pueblo donde nací hay en una plaza un monumento erigido por los sindicatos en el lugar donde quince anarquistas fueron ejecutados como criminales comunes implicados en una conspiración contra la Emperatriz durante sus últimos días de terror y desolación. Fueron enterrados en una fosa común que llegó a ser un lugar de culto para la gente del pueblo, que lo preservó cuidadosamente. Nuestras marchas del Primero de Mayo solían culminar en ese punto, allí cantábamos
“¡Nuestra victoria honrará a aquellos que lucharon contra la injusticia!”
. Yo fui desterrado del pueblo por la policía y más tarde tuve que cambiar de identidad y no puede regresar. Volví de visita después de una ausencia de treinta y cinco años.
Como era Primero de Mayo, el primer lugar que visité fue “nuestra plaza” (por razones sentimentales y porque sabía que si alguno de nuestros viejos amigos seguía vivo estaría allí). Alguna gente mayor aún colocaba flores en el monumento. Pero de todos nuestros amigos sólo encontré a una anciana, que había sido una hermosa chica que se encargó del “Periódico Anarquista del Norte” desde 1910 hasta 1930. A pesar de sus numerosos achaques y del hecho de haberse casado con un hombre que no compartía ni sus ideales ni su coraje, ella estaba aún con nosotros, pero, según me dijo
“todos los compañeros han muerto”
. Esas son palabras que uno escucha a menudo de labios de los ancianos en el Norte de China. Allí, en aquel pueblo en el que un millar de jóvenes marchaban detrás de nuestra pancarta, sólo dos o tres ancianos quedaban para dar testimonio de nuestro pasado. Ellos se reúnen ocasionalmente y se interrumpen mutuamente hablando como cotorras o se encuentran privadamente en sesiones de té para rememorar tiempos pasados. La China Roja ha hecho caso omiso de ellos.
¿Esto es lo que queda realmente de ese enorme movimiento anarquista en el Norte de China que todavía produce a los burócratas de Pekín sacudidas de espanto que los levantan de sus sillones? Eso me preguntaba. Pero los pobres burócratas no son del todo tontos. Ahí está el hecho preocupante de que tras una propaganda estatal sin parangón en la Historia, siendo los pensamientos propios alta traición, no han conseguido borrar de la memoria a los mártires de la plaza. El ayuntamiento ha dejado de limpiar el monumento, pero alguien lo hace voluntariamente. Ninguno de mis amigos sabe quién,
“algunos trabajadores lo hacen”
dicen vagamente. De vez en cuando un estudiante Rojo, imbuido de su importancia como cadete, para a un anciano campesino y le abronca agriamente por colocar un ramo de flores allí.
Se trata de
“un culto a los antepasados ya superado”
, le dice agriamente. Es respondido con el enervante encogimiento de hombros y la acostumbrada estupidez del hombre de campo.
“Fueron días muy malos”
, dice el anciano (usando la frase habitual con los estudiantes Rojos cuando amonestan a los “trabajadores no-progresistas”). Y a veces, cuando han soportado bastante discurseo y patriotismo demagógico y los obreros y campesinos han sido denunciados repetidas veces por no trabajar tan duramente como El Presidente, alguien silba “La victoria honrará” (es nuestro “himno de guerra” allí) o alguien murmura lo que no es una hipocresía, sino más bien una frase insolente
“¿qué harían estos allí en la plaza?”
. Si bien la victoria no ha sido conseguida, la derrota no ha sido olvidada. Recordad esto. En los alrededores, hay docenas de localidades donde un día hubo comunas libres, donde un puñado de militantes anarquistas que llevaban una vida de fugitivos había llegado a su plaza y llamado a la insurrección, uniéndose el pueblo entero y negándose a pagar impuestos o tributos, viviendo independientes y libres mientras los ejércitos nacionales luchaban entre ellos y eran incapaces de imponer las cargas del Estado. Los burócratas de Pekín no lo olvidan. Ni tampoco la gente.
Cuando llegué a la que ahora es capital de nuestra provincia, que ya era grande en 1934 y ahora ha crecido más de lo que se puede uno imaginar, contacté con el grupo local, que eran todos conocidos míos debido a su escasez de miembros.
“En este pueblo, donde hubo en su día un centenar de grupos, nosotros somos ahora sólo diez individuos”
, dice apenado mi contacto. Pero él no sabía nada de los de las aldeas. Otro compañero, sin embargo, era más optimista.
“No confundas lo que somos con lo que podríamos ser. Si tú hubieras llegado de la ciudad para decirnos (como ellos solían hacerlo en el pasado) que el ejército estaba en retirada y el gobierno impotente, yo necesitaría tan sólo correr con un par de bragas negras amarradas a un palo y gritar “Larga vida a la Anarquía” y diez, veinte, treinta mil hombres y mujeres se unirían y muchos traerían con ellos sus rifles”
.
Bueno ¿qué tenía esto de cierto? Deja que te cuente una historia más. Mientras iba hacia la estación de tren miré a mi alrededor y vi la misma glorificación al Líder, las mismas consignas uniformes, el mismo mural del Estado Nación en marcha que uno puede ver en toda China pero, absorto en las afirmaciones de mi amigo, cuando el empleado me preguntó por mi destino, yo estaba tan atontado que le respondí con las viejas palabras entrañablemente asociadas a nuestro movimiento
“La libertad es mi destino, no me preguntes por su nombre”
. El empleado gritó con enfado
“¡No seas frívolo!” “¡Tenemos que hacer un trabajo serio!”
Me sentí algo avergonzado ante la multitud. Dócilmente le dije mi ciudad de residencia. Luego, otro ferroviario avanzó para coger mi billete y mi equipaje. Me acompañó al tren sin decir ni una palabra. Para mi sorpresa, el otro empleado también se acercó para verme a bordo y cuando les dije que no había pagado, ambos sonrieron y dijeron
“que tengas suerte”
. Más tarde, una chiquilla me trajo una cesta con fruta y un mensaje anónimo
“Tu viaje puede ser largo y esto te será útil”
. ¿Cómo debía interpretar esto? Otro suceso más. Una mujer anciana sentada frente a mí observó la maniobra de la chiquilla. Se encontraban en el vagón mucha gente con pinta de ser funcionarios del Partido y gente en una evidente buena posición social. Ella no les dijo nada, pero más tarde me confió, aparentemente sin venir a cuento
“yo estoy dispuesta a cualquier cosa, pero mis dos hijos trabajan en el ferrocarril y estoy en contra de hacer volar ferrocarriles civiles en tiempo de paz”
(la expresión “destroza-trenes” es a menudo usada maliciosamente para describir a los rebeldes y se ha convertido en sinónimo de esto, como “anarquía” y “caos”). Respondí con una cita literaria
“Los destroza-trenes no rompen trenes y los oficiales de justicia no traen justicia”
. Ella sonrió entendiendo perfectamente lo que quería decir. Cuando añadí
“es un gran crimen también en tiempos de guerra”
, ella mostró una asustada y suplicante mirada. Cuando se bajó del tren deslizó algo de dinero en mi sombrero. En todo el Norte de China la gente cree que todo lo que los anarquistas necesitan es dinero. Ellos no se hacen cargo de nuestra situación en el sur, donde hay compañeros que tienen buenos trabajos, y piensan que los anarquistas somos todavía fugitivos. Es un insulto rechazar el dinero, todavía, al igual que los compañeros extranjeros, no ven que con el dinero no podemos comprar imprentas o pistolas para defenderlas (en los países fascistas un grupo con dinero podría comprar una fotocopiadora bajo la tapadera de un negocio legal. Aquí todo está bajo control del Estado).
Estas historias pueden ser ilustrativas de por qué los burócratas aún nos temen. Hay demasiada gente que aún recuerda cuando el movimiento obrero luchaba por la libertad y no era un engranaje del Estado Nación. Raramente me relaciono con la gente joven. Los jóvenes de clase obrera desconfían (y con razón) de sus mayores y los estudiantes son, a diferencia de los del extranjero, fanáticos defensores del poder existente. Sólo tuve oportunidad de hablar a los jóvenes de nuestros grupos. ¿Es cierto que hay una nueva generación en ascenso que asume “el riesgo de hablar” y que está dispuesta a “grandes provocaciones”? Sí, lo es. En muchas grandes ciudades, el Primero de Mayo nuestros compañeros decidieron seguir la orden de las Juventudes Comunistas de “denunciar el anarquismo”. Muchos hábiles artistas que habían leído acerca de los ingeniosos anarquistas norteamericanos prepararon algunas buenas pancartas con las consignas:
“Esos diablos mentirosos que son los anarquistas dijeron que el socialismo de Estado traería una nueva tiranía ¡están locos o qué!” “¡Qué malvado canalla era el anarquista Shih Fu, que dijo que los trabajadores podrían dirigir sus propios asuntos sin el liderazgo de un partido!” “Cuando Pedro Kropotkin dijo que los campesinos rusos no serían libres hasta poseer la tierra sin intervención estatal, todos los marxistas lo identificaron como un agente al servicio del Zar”
. Incluso hubo una más atrevida:
“¡los burgueses anarquistas decían que el socialismo libertario llegaría cuando todos los hombres nacieran libres y buenos. Mao Tse Tung probó que estaban equivocados!”
Muchos no sabían cómo serían acogidos esas consignas, ya que no son otra cosa que consignas corrientes del Partido, pero nadie osó protestar por ellos, ya que estaban inspirados en las consignas oficiales. Estas pancartas fueron mostradas a cielo abierto, ante miles de personas, incluyendo a policías, mandos del Ejército y del Partido y observadores extranjeros, y mucha gente de a pie que los acogió con regocijo y cachondeo, mostrando que habían comprendido el mensaje.
¿Cómo puedo entonces reflejar el estado del anarquismo en el Norte de China? Mis amigos extranjeros me preguntan
“¿tenemos movimiento en China? Si es así ¿en qué consiste?”
No puedo decirles más de lo que he escrito aquí. ¿Qué les digo, que en el Norte de China todos los compañeros han muerto o que en todas partes los campesinos simpatizan con nosotros; que tenemos diez compañeros en cada pueblo o treinta mil; que los ferroviarios están con nosotros o que alguna gente fue amable conmigo; que nuestras pancartas se hallaban a la cabeza de las manifestaciones del Primero de Mayo? ¿Qué es cierto y qué una ilusión? ¿Somos pocos o muchos? ¿Deberían de dejar los burócratas de preocuparse por nosotros o deberían volver a introducir las decapitaciones para nosotros? Dormid tranquilos, la revolución no está aún sobre vosotros. Pero cuando os despertéis, ¡procurad no demandar demasiados sacrificios a la gente o dispersar demasiado las tropas!
Este artículo fue escrito para el periódico anarquista chino “Apoyo Mutuo”.
Reproducido en “Black Flag” vol. 2, nº 1, junio de 1971